Hay errores imperdonables, otros comprensibles y algunos que no son tales. A Dani Ceballos se le ha colgado el sambenito de lenguaraz, de meterse en charcos innecesarios, y ayer recibió cientos de reproches e insultos por unas declaraciones refiriéndose al
Sevilla que no tuvieron la más mínima maldad.
Lo definió como un justo finalista y con la inocente sonrisa de quien habla con un buen amigo expresó el deseo de cualquier bético, que la
Copa la gane el
Barça. Ha criado fama y ni despierto supera sus malas consecuencias. Pero esas palabras no merecen el más mínimo castigo porque valen lo mismo en la boca un chaval de 19 años, recién llegado a la elite y a la presión mediática que ello conlleva, que en la del más sabio y veterano de los béticos.
Dicho lo anterior, a
Ceballos le vendría bien asesorarse antes de hablar y, sobre todo, antes de tocar las teclas en esa trampa de 140 caracteres llamada
Twitter que ya ha arruinado la carrera de algún futbolista. Por la red circulan mensajes suyos que en nada le ayudan a mejorar su imagen, como unas risas tras el reciente sorteo de
Copa que emparejó al
Sevilla con el
Celta o alguna ácida e inapropiada crítica al espíritu nacionalista catalán.
Mensajes imprudentes que invitan a respuestas radicales. Absurda exposición pública que nada tiene que ver con su batalla deportiva. Enemigos gratuitos en esa sucia red repleta de falsos personajes sin identidad, escondidos en escudos y símbolos que les permiten ´escupir´ barbaridades. A
Dani también le iría mejor manteniendo la autocrítica de la que hizo gala ayer y evitando negativas referencias al
Sevilla. Primero, porque le haría mejor persona valorar la parte positiva de su pasado sevillista; y segundo, porque despreciándolo pierde energía y difícilmente se ganará el respeto de la que también fue su afición.