'Otro año iguá'. Aquella famosa expresión sevillista en la etapa de Luis Cuervas, cuando el equipo se quedaba sin Europa, tintinea la mente cada año en la elección de la sede de la final de Copa. Aquel 'Otro año iguá' era un grito de desesperanza, de desencanto, de hartazgo ante el anual quiero y no llego de un Sevilla que no rompía el imaginario techo de cristal que le anulaba, el complejo psicológico que destrozó la zurda de Puerta y el primer título europeo en Eindhoven.
En la 'villariana', cíclica e impresentable chapuza organizativa de la Copa del Rey nada tienen que ver el Sevilla y su afición, afectados tan sólo porque participan en tan maravillosa y denostada final. Otra temporada, una ya atronadora pregunta: ¿No podría Villar establecer una sede, fija o rotatoria, antes del inicio de la competición como hacen las grandes ligas europeas independientemente de qué equipos disputen la final, el mal llamado 'Olímpico de Sevilla', por ejemplo? Ni el Rey, ni nuestro país, ni las aficiones de Sevilla y Barça merecen este sistemático ridículo. Un rancio 'Otro año iguá' que destapa a un presidente caduco y a una Federación podrida.
Joaquín Adorna
