Opinión

Del Merino-capitán al Merino-entrenador

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Del Merino-capitán al Merino-entrenador
- Joaquín Adorna (12/03/2016)
Ejercía como capitán en el campo y fuera de él. A los suyos, ni tocarlos. Leyó aquel famoso comunicado con el que la plantilla del Betis, en la época de Lopera, se negaba a jugar un amistoso en Mérida porque Tegasa debía dinero a varios futbolistas y por las continuas amenazas que recibían del entonces presidente del Betis.

Eran tiempos duros y ahí estuvo sin temblarle el pulso, representando al plantel, dando la cara con la valentía que siempre le ha caracterizado pisando el césped y, llegado el caso, sentado en los despachos. Emana de él un liderazgo natural, el que le proporciona la fuerza y el valor en sus acciones -como jugador se ganó el cántico 'Merino tiene dos huevos'- y, ahora como entrenador, en su toma de decisiones.

Como futbolista siempre fue el primero en poner el pecho y tuvo la gran virtud de reconocer sus limitaciones. Con esa humildad se ganó a su tropa y a la grada, y con la innata honestidad de la que es incapaz de desprenderse ha logrado ahora como técnico que los jugadores crean en él. Triunfa la persona. No le hace falta la palabrería de algunos poetas del banquillo. Con naturalidad, con la grandeza de la sencillez a la que tantas veces aludo, sabiendo focalizar su energía y la de su equipo, Merino se ha puesto a tirar del carro buscando sólo el beneficio del Betis, y a ver quién le discute los méritos acumulados.

Está cumpliendo la segunda parte de su sueño sin rendir pleitesía a nadie. Merino representa el deseo del animal hambriento. Le han dado prestada la presa sin llegar a imaginar que siempre ha estado formándose, preparándose, rondándole en la cabeza el momento de morder, con rabia, con ilusión, con ganas, sin mirar al entorno, ni a los entornos de los que nada espera y a los que nada tiene que agradecer. No entiende de ataduras, actúa con libertad. Sienta en la grada y convoca a quien se gana y respeta la camiseta que él tantas tardes respetó.

Se tambalea un varal y se le desencaja la cara. En su cuatro de cuatro en Segunda, etapa pre-Mel, sólo arrojó la tensión al viento en el manteo y la merecida ovación que le tributó el Villamarín. Ahora no parará hasta ver al Betis con la permanencia garantizada. Ojalá con tiempo para verle crecer disfrutando y no siempre sufriendo.
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