En casa, sin techo. Acumulando elogios, rompiendo estadísticas en
Europa, con la permanente certeza del triunfo aun encontrando en el camino inesperadas adversidades. Un
Sevilla que regala alegrías a los suyos en cada partido. Se ha instalado en las gradas del
Sánchez Pizjuán el espíritu de quien no teme a la derrota, el estado de continua sonrisa, la mágica conexión que hace a una afición sentirse partícipe de los triunfos?
Esos invisibles hilos que unen a seguidores y jugadores cobrando vida y transformando actitudes y aptitudes: futbolistas multiplicando su compromiso, dejando limitaciones en la caseta y sacando a pasear sus mejores virtudes. Todo eso, y una certeza: que jugándose en
El Madrigal no habría remontado el 1-2 adverso. El
Sevilla casero no tiene techo. Sería segundo a 4 puntos del Barça. Sacaría 2 puntos al Madrid, 4 al Villarreal y 6 al Atlético de Madrid. Pero sale de Nervión y se hace pequeño, al tiempo que convierte los pasillos al gol en muros y en gigantes invencibles. 9 puntos ha sumado en 14 partidos. 9 empates, 5 derrotas y ni un solo triunfo. Desastre. La clasificación a domicilio le deja tercero por la cola empatado con
Espanyol y
Las Palmas. Hasta el
Sporting y el
Granada, en descenso, han sumado más que los de Emery. El poderoso Sevilla local, timorato equipo visitante.
¿Falta el plus agresivo del toro bravo que se crece en terreno enemigo? ¿Consecuencia de los planteamientos conservadores de Emery? ¿El peaje por cambiar de estilo y no buscar con valentía los triunfos? ¿La idea de amarrar, para
Unai, valiosos empates? ¿Psicosis general? Un poco de cada cosa y un techo muy visible que debe romper ya si quiere conquistar la valiosa cuarta plaza.
Joaquín Adorna
