Llegó libre pero firmó 3 temporadas por 9 millones brutos, más la prima de fichaje que tuvo que pagar el Betis. En esas cantidades, visto su nulo rendimiento y aunque aún faltan ocho jornadas para que acabe la Liga, ya se puede hacer balance de su fichaje sin temor a equivocarnos: un fracaso.
Sus números y sus actuaciones en el campo hablan por él, que ahora toma la palabra para salir en el papel cuché, escaparate propio de un exfutbolista en busca de un nuevo destino amoroso, más que deportivo. Despertó ilusiones en su llegada, aunque resultó extraño que en su presentación él tuviera tanto protagonismo como su familia, exhibiendo una especie de foto homenaje previo a cualquier sonada retirada. Los mal pensados acertaron, si bien es justo reconocer que entonces nadie criticaba a Macià por un fichaje de riesgo, 32 años -ya 33- pero con pedigrí (subcampeón del Mundo) y con amplia experiencia internacional.
Reclamo, además, para otros que quisieran sumarse al nuevo proyecto. Cayó cruz. Ni Macià, ni el sol de la tierra natal de su madre, ni la cercanía de su familia le han ayudado a activar su deseo por retirarse por la puerta grande. Van der Vaart no quiere competir. Ha preferido un dulce retiro que el Betis, con justicia, le niega.
Joaquín Adorna
