Tuve la suerte de verle jugar y tuve la fortuna de entrevistarle en 1.995 cuando, a sus 40 años, aún jugaba al fútbol en el Granada. Con Antonio Álvarez tuve entonces las mismas sensaciones que me han generado después personas como Mágico González, Julio Cardeñosa, Rafael Gordillo o Frédérik Kanouté, genios que irradian un aura especial que, seguramente, tendrá mucho que ver con lo que hemos visto de ellos como deportistas. Quizás fue en aquel encuentro con 'El Mariscal' en Granada cuando di sentido por primera vez a una breve cita que utilizo con frecuencia: la grandeza de la sencillez. Aquel Antonio Álvarez, muchas historias vividas después, es el mismo al que ha homenajeado el Sevilla F.C. y para el que todos, todos -amigos y rivales, béticos y sevillistas, malagueños, granadinos...- tienen palabras de elogios.
Para la leyenda, su dorsal y los valores que Antonio Álvarez representa. La fidelidad, el respeto, el amor a una familia -acompañado por sus padres, su mujer, sus hijos o los primos que le acogieron en Sevilla- y a un club con el que firmó contratos en blanco y al que no le dio un título como jugador -sí como entrenador-, pero en el que se dejó "el corazón en cada partido". Merecidísimo reconocimiento a quien tanto ha dado y a quien tanta humildad enseña sin levantar la voz, saliendo al corte con la misma clase innata del jugador y la persona.
Joaquín Adorna
