Ha comentado
Víctor que tiene que trabajar para "cambiar hábitos" en el
Betis. Suena bien. El nuevo técnico bético maneja perfectamente el lenguaje y los eufemismos necesarios para intentar enviar la mente de los suyos y de los aficionados al positivismo que tanto echó en falta
Poyet, o dicho de otra manera, para limpiar toda esa corriente negativa que lleva años rondando Heliópolis.
Un mal hábito es, sin ir más lejos, el que ha llevado al Betis a instalarse en la mediocridad en una competición tan corta, apasionante y accesible como la
Copa del Rey. Desde aquella final ganada en el 2005 en el Calderón al Osasuna, muy poquitas alegrías ha regalado a una afición que empieza a caer en una preocupante indiferencia, cómodo refugio para dejar de sufrir.
Piccini lleva tiempo habituado a defender mal y a convertir su lateral en un coladero. El suyo, y otros tantos malos hábitos individuales y colectivos, conducen a una pésima conclusión: el Betis no entra en una dinámica ganadora. Hablemos de hábitos, pero no obviemos que son malas costumbres transformadas en vicios difíciles de erradicar.
Esperemos que Víctor no se habitúe a realizar cambios tan poco afortunados como el que hizo en
Eibar -
Cejudo por Joaquín- y que aprenda rápido la buena costumbre de tener ´plan b´ para una circunstancia adversa tan común como la expulsión de un jugador.