La espiral 'anti-Ramos'

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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La espiral 'anti-Ramos'
- Joaquín Adorna León
No va a traer nada bueno. De momento, una dura denuncia de la LFP para que Tebas siga haciendo caja a costa del Sevilla F.C. El castigo es necesario para corregir una conducta, la de insultar, que suele ser la antesala de otras aún más reprobables. Pero habrá que actuar en otra líneas para frenar una espiral 'anti-Ramos' que puede traer mayores quebraderos de cabeza en un futuro no muy lejano.

Vayan por delante dos certezas indiscutibles. La primera, que los lodos que hoy se recogen proceden de aquellos polvos sembrados por Del Nido, cuando engañó a los sevillistas diciendo que Ramos fichó por el Madrid por el pago de su cláusula cuando realmente, como se demostró en la Junta de Accionistas de aquel año 2005, el traspaso se pagó a plazos. La segunda, que Ramos, aunque se marchó del Sevilla con sólo 19 añitos, se siente sevillista y esa condición nadie se la puede negar porque lo lleva en la sangre desde pequeño.

Han pasado los años y, aunque la tensión inicial se fue diluyendo, ese caldo de cultivo estaba ahí, latente, esperando un nuevo desencuentro para activarse. Antes de la eliminatoria copera, escoció a algunos sevillistas la enérgica celebración de Ramos cuando marcó en el descuento de la Supercopa de Europa e hizo posible la prórroga y, a la postre, que el título cayera en las vitrinas del Santiago Bernabéu. Está en su derecho, faltaría más, pero también es difícil compaginar la explosión de júbilo del Ramos madridista con el que en otros momentos expone golpes de pecho sevillistas, entre otras razones porque en Nervión no cae especialmente simpático el Madrid.

Con ese escenario de fondo, el partido de vuelta de los 1/8 de la Copa del Rey nos dejó los injustificables insultos a Sergio desde un sector de Gol Norte, desde la zona en la que se ubican los Biris para ser más exactos; y la errónea reacción del central camero. Cada cual puede lanzar un penalti como le venga en ganas, pero hacerlo a lo Panenka para desquitarse se interpreta fácilmente como una señal de desprecio. Ramos quiso explicar que su gesto iba dirigido sólo a una parte de la afición, pero el Sánchez-Pizjuán dictó sentencia en el duelo liguero. Entre redimir a Ramos o aliarse con los Biris, no han tenido la más mínima duda: Sergio, culpable.

Su ego, su orgullo o los celos que le genera el recibimiento que reciben otros cuando vuelven como Rakitic o Dani Alves, le jugaron una mala pasada. Pudieron más que él. Le duele y se le nota, y en esa debilidad han encontrado los Biris el resquicio para hurgar en la herida. Ramos no supo frenar la debilidad de su condición humana. Como profesional curtido que es, debe intentar jugar al margen de los gritos que llegan desde la grada. Se equivocó y encendió una mecha que ha abierto el camino de su penitencia. Nada más doloroso, nada más triste y frustrante, que sentirte rechazado en la que fue tu casa y por quienes consideras que comparten tus mejores sentimientos.

Sampaoli, en la previa al choque liguero, ha sido el primero en mostrar la senda de la cordura. Se necesitan muchos mensajes como el del técnico del Sevilla para frenar una espiral 'anti-Ramos' que el camero no merece y que debe preocupar porque nada bueno se recoge sembrando y permitiendo violencia verbal. Es pronto aún. Conviene dejar que se enfríen los ánimos y actuar más adelante. Pero cuando llegue la hora, Ramos debería pedir disculpas de nuevo y quienes de una u otra forma podemos influir en la opinión pública, tendremos que asumir nuestra parte de responsabilidad para que el sentido común entierre el odio injusto que nació de la mentira.
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