Una única duda con Lorenzo Serra Ferrer

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Una única duda con Lorenzo Serra Ferrer
- Joaquín Adorna
Su vuelta se ha hecho esperar. Ha sonado mil veces su retorno en la etapa post-Lopera. Llegó Alexis como avanzadilla a su incorporación, pero su vínculo al Mallorca impidió que se concretara la apuesta por el pasado en busca de un mejor futuro. La junta extraordinaria de accionistas solicitada por Rafael Salas y el estrepitoso fracaso de esta temporada han obligado a Haro y Catalán, ya en campaña electoral para mantenerse al mando del Betis, a recurrir a un paraguas de grandes dimensiones: Don Lorenzo Serra Ferrer, el hombre al que siempre quiso introducir el tan traído y llevado entorno.

Haro y Catalán se resistieron, no querían ser marionetas manejadas desde fuera del club. Pretendían imponer la voz de mando y demostrar que eran capaces de gobernar sin presiones externas. Finalmente, tras dos proyectos fracasados, han dado su brazo a torcer y ceden el poder ejecutivo en la parcela deportiva a un ídolo de la afición del Betis que fiscalizará la labor de Miguel Torrecilla y que intentará, en esta tercera etapa desde los despachos, poner al Betis a la altura de su afición.

Serra Ferrer sale del lado oscuro para intentar iluminar al Betis. Su llegada y el fichaje de Sergio León son el pistoletazo de salida en la carrera electoral a la presidencia del Betis, aunque Haro y Catalán, ahora más que nunca, obedecen al entorno. A Serra le sobra crédito porque es el mejor entrenador de la historia del Betis, el que más partidos ha dirigido al conjunto bético y el único que ha sido capaz de llevarlo a la Liga de Campeones y a disputar dos finales, ganando un título.

De su intensa relación con Lopera salió ganador, sentenciando al expresidente bético con aquella frase lapidaria de "el Betis será lo que quiera Don Manué". Lopera no quiso arriesgar cuando Serra no encontraba límites deportivos. Logró meterse en Champions y a Lopera le vino grande el crecimiento. Había que crear estructuras, delegar funciones, modernizar el club€ y eso era imposible que lo hiciera quien desconfiaba de su propia sombra.

Serra Ferrer supo llevar a Lopera. Le sacó lo mejor y lo peor. Llegó a decir Lopera que la final de Copa ante el Barça en el Bernabéu (1997) la perdió el Betis porque Serra ya tenía firmado un contrato con el conjunto catalán. El balear se marchó, efectivamente, al Barça, pero acabó regresando para devolver la felicidad a los béticos y saldar su deuda proclamando campeón de Copa al Betis el 11 de junio del año 2005 en el Vicente Calderón.

Serra lo tenía claro. En su primera etapa hizo buenos, o muy buenos, a futbolistas con las condiciones justas para triunfar al máximo nivel. En su segundo ciclo, aumentó la calidad del plantel y daba gusto ver jugar a su Betis. Se cortó esa idílica relación dejando en el ambiente una evidencia: Serra y el Betis estaban hechos tal para cual.
Serra conocía la ciudad. Estaba plenamente integrado. Admirado y querido por los béticos, y respetado por toda Sevilla, dejando para la anécdota su incidente en el aeropuerto con un Policía Local sevillista -al que insultó y golpeó con el pie, según el atestado policial- o la patada propinada a Cristóbal Soria en un derbi -según recogía el acta arbitral-.

Sus charlas individuales antes de decidir el once inicial. Su altísimo nivel de exigencia y auto exigencia. Su visión del fútbol: siempre práctico y a veces estético, según los elementos de los que disponía o según se desarrollara el guion de cada encuentro. Su apuesta por los jugadores comprometidos y con carácter. Y, sobre todo, el veneno competitivo que inyectaba en todos los rincones del club.

Dice que llega al Betis en esta tercera etapa con más ilusión que en la primera. Sabiduría y veteranía le sobran. Impondrá su criterio en la planta noble, eso es seguro. De lo contrario, si no ha cambiado, se marchará. La conexión con la afición la tiene más que garantizada. Sabe tocar la fibra sensible de la gente. No tiene miedo a dar la cara, al menos nunca lo tuvo, y tiene discursos convincentes y adecuados para cada situación. Sólo me queda una duda: si desde los despachos será capaz de inyectar ese espíritu competitivo con el que hizo grande al Betis estando dentro del vestuario.

Esa duda sólo se va a resolver con el tiempo, el que han ganado Haro y Catalán. Ya lo escribí hace unos días. La candidatura de Rafael Salas a la presidencia iba a ser buena para el Betis porque obligaba a reaccionar a los actuales rectores. Así ha sido. Y aunque Haro diga que no le hace falta estar al frente del Betis para vivir porque sus empresas facturan muchos millones de euros, resulta evidente que quiere quedarse. Tampoco tenía por qué salvar al Caja de baloncesto y, sin embargo, ahí está su empresa -Energía Plus- puesta en el escaparate.

Al bético, en todo caso, poco le importa el contexto. En Serra Ferrer encuentra el recuerdo de años felices. No es el nuevo futuro que le habían prometido, pero ya da igual recurrir a un mito del pasado si el Betis empieza a competir y a ganar partidos. Sólo los triunfos evitarán que Serra sea devorado por la dinámica destructiva del Betis. Sólo sumando victorias frenará la continua rectificación e improvisación en la que viven instalados Haro y Catalán.

A Serra Ferrer -que llega como consejero, vicepresidente deportivo, y que tendrá un cargo remunerado- se le utiliza a la desesperada, pero despierta esperanzas entre los béticos y permite a 'Ahora Betis Ahora' comprar otro año de gracia.
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