Ha roto el mercado el
Paris Saint Germain pagando 222 millones para que
Neymar juegue a las órdenes de
Emery y lo que ayer era un despilfarro, pagar 94 millones de euros por
Cristiano Ronaldo, hoy parece barato. Parece. Sólo parece. El dinero tiene su valor y, aunque el fútbol siempre ha tenido licencia para estas barbaridades, se desvirtúa la realidad y se pierde el auténtico coste de las cosas o, hablando de fútbol, de los jugadores.
Los clubes buscan artimañas como la que va a hacer el
PSG con
Mbappé, cesión el primer año y traspaso el siguiente, para acabar pagando por su fichaje 180 millones la próxima temporada y regatear así el 'Fair Play Financiero' impuesto por la
UEFA. Poco importan las advertencias y las duras sanciones previstas si se incumple la norma, que básicamente permite a los clubes gastarse hasta un máximo de 30 millones de euros más de lo que ingresan (incluyendo inversiones en infraestructuras y otros servicios, no sólo salarios y fichajes), teniendo como referencia lo recaudado en los tres últimos años.
Todo apunta a burbuja inmobiliaria trasladada al fútbol. El propio
Dembélé, en su presentación como jugador del Barça, ha manifestado que "el mercado se ha vuelto loco", una frase también utilizada por el exdirector deportivo del Sevilla
Monchi, quien advirtió incluso de que habría que tomar medidas para frenar esta espiral en la que todos quieren sacar tajada. Pese a las muchas voces críticas, el
Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES) asegura que no hay problema, que el fútbol lleva su ritmo y se mantendrá la actual escalada en los precios.
El
Barça puede acabar pagando al
Dortmund casi diez veces más -140 millones de euros- de lo que le costó al conjunto alemán hace un año -15 millones de euros-.
¿No hay especulación en esa operación? El fútbol, desde luego, siempre ha funcionado así, por encima de la sociedad y con los poderosos imponiendo su supremacía económica. Pero nunca la fiebre había estado tan extendida por Europa y nunca hasta ahora las cinco grandes ligas (España, Inglaterra, Alemania, Italia y Francia) habían superado los 4.000 millones de euros en fichajes.
Lo caro ahora se ha convertido en inaccesible, mientras que lo barato sale carísimo y, para colmo, se asume un riesgo mayor. Se amplía el margen de error si se ficha a jugadores valorados muy por encima de su actual rendimiento. Eso le ha pasado al Sevilla, por ejemplo, con
Adam Masina (el Bolonia no bajaba de los 10 millones de euros por este lateral zurdo de 23 años); o con
Sander Berge (un chaval de 19 años por el que el
Genk pide más de 12 millones de euros, cantidad que le convertiría en el segundo traspaso más caro del fútbol noruego). Los futbolistas, además, llegarían sometidos a la presión de su elevado coste.
En esta espiral de locura... ¿qué margen de maniobra tienen el
Sevilla y el
Betis? El Sevilla, con mayores ingresos y mayor límite salarial, se puede permitir algún lujo, aceptando la obligación de vivir en zona
Champions. El
Betis tiene menos margen y también debe agudizar el ingenio. En las dificultades para cerrar dos proyectos de plantillas bastante avanzados, siempre queda el recurso de la cantera, a la que se ha recurrido históricamente en periodos de crisis. Ahora hay dinero, pero la inflación ha disminuido el poder adquisitivo y antes de tirar millones de euros por jóvenes de dudosa proyección, puede resultar más rentable apostar por chavales con muchos años de formación acumulados en sus respectivas casas.
El Betis de
Serra Ferrer lo tiene claro y se está comprobando que la confianza de Setién en los jóvenes puede dar sus frutos a corto-medio plazo. De hecho,
Narváez en el Nou Camp y
Francis en el Benito Villamarín han demostrado que están capacitados para tener minutos en Primera división y, seguramente, pueden ejercer el oficio si se les apoya y se les da oportunidades. El listón de exigencia del Sevilla, hoy, está más elevado, pero
Carlos Fernández tuvo su momento de gloria con
Sampaoli antes de caer lesionado y esta temporada
Borja Lasso se ha ganado un hueco en el primer equipo. Los aficionados, en general, quieren que su club fiche a futbolistas contrastados, pero también disfrutan cuando ven triunfar a sus canteranos. Llegado el caso, siempre será mejor apostar por quienes sienten el escudo que caer en la tentación del despilfarro y de vivir por encima de las posibilidades reales.