Quizás responda a la necesidad humana de ordenar los millones de pequeños acontecimientos que nos rodean o que ya forman parte de la historia. Ordenamos y encasillamos en función de criterios previamente establecidos intentando entender y dar sentido al discurrir de los hechos. En fútbol, y en la cercanía de los dos clubes sevillanos, hablamos de
la década dorada del Sevilla -con sus 17 finales-, de las dos Europas League del
'Sevilla de Del Nido y Juande Ramos' o los tres títulos europeos y Champions consecutivas del
'Sevilla de Pepe Castro y Unai Emery'. O nos referimos al exitoso
'Betis de Lopera y Serra', al
'Betis judicializado' que ya pasó, afortunadamente, o a las nuevas ilusiones que ha despertado en los aficionados béticos la
'tercera etapa de Serra Ferrer'.
Etiquetamos, parcelamos el tiempo y seleccionamos conceptos o personas con las que asociamos un determinado período que se grabó en nosotros con un cúmulo de buenas o malas sensaciones.
Nos hace falta ese orden y en ese contexto buscamos un titular, de 'Éxito' o 'Fracaso', con el que definir toda una temporada, aun a sabiendas que
toda selección implica injusticias y que haremos una definición parcial que dejará sin reconocer miles de méritos y defectos; actores principales y secundarios que no tendrán su minuto de gloria.
Intentar hacer una valoración definitiva en estos momentos de la temporada del Betis o del Sevilla, anticipándonos a todo lo que quedar por jugar,
implica aplicarse unas dotes de adivino que nada tienen que ver con la razón y casi todo con el azar.
La temporada del Sevilla puede acabar en el mayor éxito de su historia (aún tiene papeletas para logarlo),
en fracaso (así lo tildaría el propio Óscar Arias si el Sevilla no se clasifica para la Europa League) o
en decepción, según la percepción que en cada cual deje la forma de actuar de su equipo.
En el Betis hay menos dudas. Eliminado en la Copa por el Cádiz, le queda Europa para salvar una temporada que
dejará unas sensaciones internas y su correspondiente etiqueta.
Joaquín Adorna
