El Sevilla de Joaquín Caparrós

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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El Sevilla de Joaquín Caparrós
- Joaquín Adorna (@JoaquinAdornaED)
Se fue Monchi, la referencia del club, y ha bastado sólo un año para que los rescoldos del giro a la idea de fútbol que quiso introducir en el Sevilla con Sampaoli, se hayan apagado definitivamente. Lo que quedaba del Sevilla de Monchi -salvo algunos jugadores que aún pertenecen al plantel- ya ha muerto. Se mantenía artificialmente vivo porque hasta ahora, con la llegada de Caparrós, no se había apostado realmente, con convicción, por un nuevo proyecto con el que superar el trauma. La línea continuista de Óscar Arias se ha estrellado con la realidad de un día a día voraz en el que Monchi resolvía, con sabiduría o con la simple intuición que le daba la experiencia, sobre la marcha.

Ahora sí, el Sevilla de Monchi ha quedado para la historia y nace un nuevo proyecto: el Sevilla de un auténtico sevillista de cuna que asume gratis -sin cobrar un euro- la inmensa responsabilidad de intentar meter al equipo en Europa en las cuatro 'finales' -una un derbi- que le quedan por disputar. Castro y su consejo de administración han tardado en reaccionar. Caparrós llega tarde. No sólo llega un partido tarde, porque con Montella y su dinámica perdedora la derrota ante el Levante estaba garantizada. Mucho antes, Caparrós tenía sitio en Nervión para aportar su experiencia y sabiduría en la 'Fábrica de Utrera' -en la que quiere imprimir su sello para formar nuevos talentos- y para recibir el cariño acumulado en el pasado por los servicios prestados.

Castro y su consejo han perdido un tiempo precioso y tres puntos, pero al menos sobre el papel aciertan fichando a la única persona capaz de unir a todo el sevillismo en torno al crédito de su figura. El aplauso a Caparrós es unánime y lo será independientemente de que logre o no el objetivo europeo. Con Antonio Álvarez a su lado como segundo entrenador y rodeado de ‘sangre roja’, Caparrós intentará mezclar la ‘casta y el coraje’ con el ‘talento y la calidad’ que los jugadores -muchos internacionales- llevan dentro y son incapaces de mostrarlo en estos duros momentos.
Algún retoque táctico y mucha psicología para enganchar a los futbolistas a los que Montella había retirado su confianza; para lograr que a NZonzi le brillen los ojos y así subirlo al barco del compromiso; y para que vuelva la alegría al seno de un vestuario deprimido. Una vuelta a los orígenes de la mano de un sevillista de corazón que se marchó en el año 2005, entre lágrimas y con una profunda emoción, dejando las bases para que se abrieran las puertas del Sevilla de los títulos. Vuelve trece años después para reanimar a un equipo en caída libre y sin alma. Difícil presente, esperanzador futuro. Murió el Sevilla de Monchi, nace el de Caparrós.
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