La crisis de España

No les voy a hablar de política, aunque invita a hacerlo una España que, como la selección, vive capítulos de autodestrucción. Nuestro Mundial nació muerto. Recibió una puñalada trapera mortal con el fulminante despido de Lopetegui, el creador de un equipo que ganaba con el estilo con el que la 'Roja' se proclamó doble campeona de Europa (2008 y 2012) y campeona del mundo (2010). Lopetegui y Florentino se equivocaron. El exseleccionador no supo decir no y el presidente del Madrid hizo público un acuerdo del que no tenía constancia su homólogo en la Federación. El pulso de poder entre Florentino y Rubiales nos ha dejado una gran perdedora: una selección decapitada que no tuvo en Hierro a la nueva cabeza capaz de generar soluciones ofensivas con las que romper los entramados defensivos que casi todos los rivales plantan a España.

Seis años ya de los tres grandes títulos consecutivos. Un sonado fracaso en Rusia que se suma a los dos anteriores en el Mundial de Brasil 2014 (ni siquiera logró el pase a octavos) y en la Eurocopa de Francia 2016 (Italia nos dejó sin cuartos de final). La crisis, tal vez, es más profunda de lo que parece. Casillas no tiene sucesor. A De Gea le han temblado las piernas y sin portero (una única parada en todo el Mundial) es imposible triunfar en las grandes citas. Piqué probablemente dice adiós. Su dúo con Ramos ha dado días de gloria, pero en Rusia los dos han cometido graves errores. Quizás se han llevado la peor de los errores colectivos en defensa y de la inseguridad de De Gea. También se va Iniesta. Pieza clave que se ha desenchufado en un entramado de tiki-taka de posesión inútil sin profundidad y sin los goles que sólo aportó en el arranque Costa.

España está en crisis. Más estructural que puntual. Deben ser Rubiales y su nueva directiva quienes implanten un nuevo proyecto. La generación que unió a los Casillas, Xavi, Iniesta o Xabi Alonso ya es historia, pero hay base y talento español suficiente para mantener un estilo dominador que vuelva a ser campeón.