Como pocas cosas

Juan Miguel JiménezJuan Miguel Jiménez
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Como pocas cosas
Pocas cosas como el fútbol tienen la capacidad de alterar la fisonomía o atmósfera de una gran ciudad en un desolador domingo de agosto. A eso de las 21:30 horas, cuando comenzaba a escribir estas líneas, el Betis se afanaba por buscarle las cosquillas a uno de los caciques del campeonato. La perspectiva que ofrecía uno de los ventanales de la redacción no difería demasiado de la que brindaba unas horas antes, cuando el implacable calor hacía de las suyas. Avenidas desiertas amenizadas, en el plano acústico, sólo con el lejano rumor de algún coche en marcha. Ni un alma a la vista.


Recluidos en sus casas o apoyados en la barra de algún bar, seguidores verdiblancos y aficionados al balompié en general no despegaban la mirada de la pantalla. Las redes sociales confirmaban tal comportamiento. De los diez temas más comentados en Twitter, hasta ocho tenían que ver con el ´deporte rey´.


A apenas unos minutos del pitido final en el Bernabéu, y aplicado el preceptivo barbecho a este artículo, el semblante de la capital hispalense volvía a verse alterado por el fútbol. El sonido ambiente también cambiaba de registro. Desde el otro lado de la redacción, a eso de las 22:33, las calles comenzaban a verse salpicadas por decenas de aficionados sevillistas rumbo al Sánchez Pizjuán. Paulatinamente, pero sin mermar el ritmo, caminaban ilusionados para ver el debut de su equipo frente al Atlético de Madrid. Desnaturalizando, una vez más, las sensaciones de un domingo de agosto al uso. Confirmando, por si no había quedado suficientemente claro, que el fútbol, para lo bueno y para lo malo, arrastra y dispone como pocas cosas.
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