España no entiende de términos medios. Es un país de extremos en el que se pasa del blanco al negro de un día para otro. Negar la
humillación ante
Holanda sería lanzar balones fuera, pero de ahí a hacer sangre a las primeras de cambio hay un trecho. De un lado, están los ultracríticos, deseosos hasta del fracaso de la ‘
Roja’ con tal de llevar razón. De otro, los defensores a ultranza del seleccionador y sus elegidos, para quienes cualquier atisbo de ‘queja’ se torna en una falta de respeto hacia un
grupo intocable, a su parecer, después de lo conseguido en los últimos años.
Los primeros, que suelen pisar con facilidad la fina frontera que agrupa a los
ventajistas, acumulan argumentos tanto basados en el varapalo ante
Holanda, que complicó sobremanera el pase a octavos, como otros que van más allá y echan la vista atrás. Sobre el encuentro en sí: el
planteamiento erróneo; unos
cambios que rompieron al equipo en dos; la distancia entre los
centrales y su pobre rendimiento; un
Xavi que pide a gritos la jubilación; un
Casillas que está a años luz de lo que fue...
Profundizando un poco más, cuestiones que van más allá del repaso de los de
Van Gaal: la desafortunada elección de
Del Bosque; la polémica, por ende, con los que se han quedado fuera de la lista para
Brasil; el envejecimiento de los
pilares que hicieron posible el sueño de levantar tres títulos; la herencia de los problemas que arrastró el
F.C. Barcelona la pasada temporada, teniendo en cuenta la nutrida presencia de jugadores culés...
Frente a tales
teorías, los
adoradores del marqués y sus chicos apelan a líneas argumentales diametralmente opuestas:
San Iker tuvo un mal día; fue un accidente marcado por cinco detalles; no olviden que este equipo nos hizo
campeones; ahora resulta que quienes critican van a saber más de fútbol que
Vicente del Bosque... Ante estas dos miradas, sólo cabe preguntarse por aquello de la crítica justa y reposada.