Opinión

La belleza cinética de Biles

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La belleza cinética de Biles
- Juan M. Randado
No dice nada y lo dice todo. La plástica contorsión de la gimnasta Simone Biles elegida por la revista ‘Time’ cobra vida ahora en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Serena, segura, precisa hasta lo imposible. Echándole un pulso a Stendhal. Suspendida sobre la inmensidad de la ausencia hasta cruzar la frontera del papel. Como sugirió David Foster Wallace en su imprescindible ensayo sobre Roger Federer, la estadounidense también abandera la reconciliación de los seres humanos con el hecho de tener cuerpo. Proyecta una belleza cinética al alcance de muy pocos. El propio Federer, Anquetil, Jordan... Una suerte de elegancia innata y mística que se tiene o no se tiene. Luego, en un plano más profano, elevan la voz los pluses: una infancia difícil traducida en la quintaesencia del sueño americano y la naturaleza estajanovista de su disciplina. Pero la imagen huye de eso. No trasluce pretensiones. Se conforma con no privar a nadie de la gran belleza, la que escapa a los ojos. No se la pierdan.
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