AUTOMOVILISMO 24H DAYTONA

Daytona o cuando las carreras son una excusa para el público estadounidense

Daytona o cuando las carreras son una excusa para el público estadounidense
Daytona o cuando las carreras son una excusa para el público estadounidense
Estadio DeportivoEstadio Deportivo 4 min lectura

Más allá de la pista y los boxes, la vida de las 24 Horas de Daytona está bien lejos de las vacías gradas del Daytona International Speedway. El "infield", el área circundada por el asfalto del circuito, es donde se vive una peculiar forma de disfrutar de este deporte.

En esta zona es donde están aparcados cientos de coches, las tan estadounidenses "pick up", autocaravanas y casas portátiles cuyos ocupantes mayoritariamente prefieren ver la carrera desde la distancia, a través de una televisión de generosas pulgadas o simplemente disfrutar sin más del estilo de vida de las acampadas.

Cambian eso sí el piar de los pájaros o el susurro de un río por el ensordecedor rugir de los motores. El resto no falta.

El olor a fogata, a carne a la parrilla, salchichas o el no menos típico maíz en mazorca se mezcla con el que expelen los tubos de los bólidos. Y todo mientras los niños juegan alrededor y los perros se entretienen con el trasiego de personas.

Incluso unos se animan a asar un puerco entero, espetado de cabeza al rabo y que gira pausadamente sobre unas brasas avivadas por la fresca brisa que llega al circuito desde el cercano Océano Atlántico.

Y es que uno de los elementos imprescindibles para muchos de los aficionados reunidos en el "infield" es una buena pila de madera.

Para completar la estampa, varios hombres y jóvenes pasan el tiempo pescando en las aguas del Lago Lloyd, que ocupa 12 hectáreas dentro del circuito.

Robert Martino explica a Efe que en ésta, su cuarta ocasión que acude a ver las 24 Horas de Daytona, la pesca se le está dando muy bien, mejor que otros años, y ya capturó media docena de peces, pero no para ponerlos sobre la parrilla, sino solo como entretenimiento mientras ve los coches pasar al otro lado del enorme lago.

Sentados en todo tipo de sillas, los espectadores que han pagado altas sumas por poder formar de esta carrera mítica del calendario del deporte del motor en EE.UU. no dudan recoger sus enseres antes de que acabe la carrera.

Paul Matheson explica a Efe que saldrán unos 20 minutos antes de que se muestre la bandera a cuadros, pues tienen un largo camino a casa, en Carolina del Sur.

Preguntado si no les importa el resultado de la carrera, dice que lo escuchará en la radio ya camino a casa, con el objetivo de evitarse la aglomeración a la salida, aunque tantos están siguiendo su ejemplo que es probable que le sea imposible evitarlo.

Los que se quedan hasta el final de la carrera pasan el rato incluso subiendo a una noria de considerable altura y a unas sillitas voladoras que forman parte de una pequeña feria en la que pueden poner a prueba además su puntería con coloridos animales de peluche como premio.

Todo para garantizar pasar este fin de semana de la mejor manera, y para muchos de ellos qué mejor que instalar una barra de bar junto a sus casas rodantes o plataformas instaladas sobre el techo de los autocaravanas, con televisión incluida en las alturas.

Y, mientras, en la pista, continúa el frenético zumbido de los monoplazas al pasar a los que pocos prestan realmente atención en unos graderíos con unas pocos cientos de personas, cuando tienen capacidad para cerca de 100.000 emocionados espectadores.

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