El Valencia ha encontrado en Marcelino un oasis tras una larga travesía en el desierto. Un técnico con las ideas muy claras, exigente a la hora de confeccionar la plantilla, con experiencia y un patrón de juego muy definido.
En Mestalla apostaron por él para dejar atrás el caos y han puesto a sus órdenes a un equipo muy mejorado con respecto a las anteriores planificaciones, con una combinación de talento, tablas y carácter. Un grupo a la medida de un técnico capaz de exprimir a sus efectivos y de inculcar conceptos determinados para jugar de una manera reconocible y eficaz. Así, el de Careñes es fiel a un 1-4-4-2 que ha ido puliendo al frente del banquillo, corrigiendo sobre la marcha la falta de pegada que se le achacó en un principio merced a la irrupción anotadora de Zaza y Rodrigo.
Marcelino está explotando las cualidades de sus delanteros con un estilo dinámico, basado en una propuesta directa, sin demasiados toques en la transición y sostenido sobre la clase y el criterio de Parejo. Porque más allá de los valiosos fichajes realizados en verano, el técnico ha recuperado para la causa quizás al futbolista más dotado del vestuario desde hace años. Ha motivado al de Coslada y lo ha convertido en el motor de su equipo, muy bien escoltado por el poderoso Kondogbia y acompañados en los flancos por el desequilibrio de Guedes y la pausa y la precisión de Carlos Soler. Todo esto sobre la base de una defensa y un portero de nivel, punto de partida de un conjunto muy equilibrado.