Con el bloque de la temporada pasada, reforzado con el olfato de gol de Stuani, el Girona se ha adaptado a las mil maravillas a la máxima categoría, manteniendo inalterable el sello que Pablo Machín, su técnico, le imprimió hace ya casi cuatro años. Un estilo definido que convierte al equipo catalán en un bloque solidario en las ayudas defensivas y veloz al desplegarse, aunque la exigencia de la elite ha obligado al preparador rojiblanco a realizar algunos ajustes.
Del 1-5-3-2 ha pasado al 1-3-4-2-1, buscando con ello mayor empaque en el centro del campo y menor distancia entre líneas. Lo que no ha tocado, eso sí, es su zaga de tres centrales, poderosos casi todos ellos en el juego aéreo, ni sus carrileros ofensivos. Bajo esas premisas básicas, los gerundenses presionan alto la salida del balón rival para buscar su desplazamiento en largo, donde se encuentran cómodos. En ataque, responden con rápidos contragolpes y centros laterales para que los cace Stuani, hallando otra importante baza ofensiva en el balón parado merced a sus buenos lanzadores.
De ese modo, el cuadro catalán ha ido cogiéndole el aire a la categoría progresivamente y hoy puede presumir de estar tan sólo a cinco puntos del Betis, en una lucha por Europa de la que aún es partícipe, aunque se ha descolgado ligeramente en las últimas semanas, habiendo sumado sólo un punto de los nueve últimos posibles. Un vértigo que, en este tramo final, el más importante, podría acabar pasándole factura.