Pega y le dan a partes iguales por el desequilibrio existente entre su caudal ofensivo y su fragilidad atrás. Es la virtud y el defecto de la Real Sociedad de Eusebio. Con pólvora arriba pero sin el determinante acompañamiento de un sistema de contención fiable, lastrado por sus problemas en el repliegue y los espacios que deja a sus espaldas una defensa a la que le cuesta recuperar en las transiciones rápidas.
El técnico realista ha tratado de minimizar este problema, con trabajo entre semana pero sin trastocar prácticamente el once, que apenas sufre variaciones de un partido a otro. Por ello, con el balón, los donostiarras juegan prácticamente de memoria, amparados en una posesión que adquiere velocidad en los metros finales y se fundamenta en la amplitud de campo propiciada por la constante presencia arriba de los laterales (Odriozola y, hoy, De la Bella), con las consecuentes superioridades cuando se asocian con los extremos, Oyarzábal y Januzaj. El primero percute en cualquier dirección y el segundo tiende más al centro, donde suma su visión a la de Xabi Prieto para encontrar resquicios en las defensas rivales.
Tantos recursos multiplican las vías en ataque y las opciones de hallar en punta a Willian José, un 'killer' de área que aporta de espaldas y no perdona de frente. Y es que la Real acumula potencial del centro del campo hacia delante, partiendo del liderazgo de su baluarte en el eje, un Illarramendi todoterreno que presentará una enorme batalla a los sevillistas en la zona ancha.