Adán y Tonny Sanabria sacan a Zidane del limbo de las vísperas

Adán y Tonny Sanabria sacan a Zidane del limbo de las vísperas
Adán y Tonny Sanabria sacan a Zidane del limbo de las vísperas - Carlos del Barco
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El gol en el minuto 94 del paraguayo Arnaldo Antonio 'Tonny' Sanabria y el catálogo de paradas de toda índole del portero Antonio Adán sacaron anoche al entrenador del Real Madrid, Zinedine Zidane, del limbo de unas vísperas en las que llegó a llamar al Real Betis como su eterno rival, el Sevilla.
El minuto de tocar y tocar, de macerar y abrir, antes del centro de Antonio Barragán a Sanabria fue el colofón de una noche redonda en la que el Betis se reivindicó y ganó en el Santiago Bernabéu 19 años después y en la que, quizás, al entrenador galo del Real Madrid le pudo venir a la mente su mensaje escueto del día antes.
Los códigos en fútbol son sagrados y las rivalidades, más, por lo que en el seno del Betis pudo actuar como revulsivo el mensaje sucinto de Zidane y su confusión con el eterno rival, que vendría ser lo mismo que confundir al Real con el Atlético de Madrid, a Boca con River, al Lazio con la Roma o al Liverpool con el Everton.
Por ello, el Betis pareció salir espoleado en su orgullo de equipo centenario de cimas y simas, con galones suficientes para hacerle cara al todopoderoso Madrid con descaro, osadía y aplomo, además de con una apuesta clara de toque y toque hasta abrir la lata, lo que intentó desde el principio y a lo que nunca renunció.
Ya Sanabria pudo marcar en la primera parte en una ocasión salvada por el pie de Dani Carvajal; como también el canterano Fabián Ruiz en un zapatazo que le sacó Keylor Navas o el también jugador de la cantera Francis en otra que se le fue alta; y todo ello con una y otra parada de Adán ante el asedio de los madridistas.
Conforme iban pasando los minutos, el Betis acrecentó la confianza en su concepto y en que éste le podía llevar a sacar algo positivo en el Santiago Bernabéu y reeditar épocas que no recordaban los niños de hoy más que por las letanías nostálgicas de padres irreductibles al ideario estoico de los de Heliópolis.
Los Finidi George o Daniel Toribio Aquino dieron ayer paso a Tonny Sanabria - recuperado plenamente de una lesión en el pubis que lo había lastrado desde su llegada- en el 'santoral' de los béticos junto a Javi García, Víctor Camarasa, el mexicano Andrés Guardado o lo canteranos Fabián y Francis.
Pero por encima de todos ellos, el entrenador del Betis, el cántabro Quique Setién, ha ejercido como un apóstol de la idea al estilo de los que introdujeron el anarquismo en España como si de una religión se tratara: y todo el equipo, desde Adán a Sanabria, se han agarrado al concepto como algo innegociable.
Y junto a todos ellos, o detrás o al lado de Setién, el brazo alargado y casi poseso de Éder Sarabia como digno heredero del fútbol sutil, de magia, de su señor padre, Manu Sarabia, tan discutido en el Athletic de Bilbao de Javier Clemente.
Tanto creen, que cuando el partido se acercaba a su final y el empate podía darse por bueno, los cinco minutos de prolongación dados por el árbitro, Antonio Miguel Mateu Lahoz, parecían una oportunidad que ni pintada para un asedio final del Real Madrid que pusiera punto y fanal a la sequía de puntos de los de Zidane en el Bernabéu.
Sin embargo, el Betis se entretuvo en uno de esos minutos que parecían destinados a la victoria madridista en tocar y tocar, en pases hipnotizantes de un lado a otro durante sesenta segundos de reloj, en once-jugadores-once como en los carteles de toros que movían la pelota de un lado a otro del campo, con el Real Madrid corriendo detrás del balón y el tiempo pasando hasta que la pidió Barragán.
El pase de geometría por encima de la cabeza de Sergio Ramos lo puso Sanabria allí donde no llega ni Yashin y bien le pudo recordar a Zinedine Zidane su escueto análisis de las vísperas y su desliz al confundir lo que es, o debería ser, inconfundible.
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