Dicen que en el fútbol está todo inventado. No estoy de acuerdo. Este deporte sigue evolucionando a su particular modo cada año y jamás deja de sorprender. Nadie podría imaginar hace varias temporadas que un jugador llevase 33 goles en mitad de una Liga. Por mucho menos se han ganado Pichichis. Si el año pasado Messi logró la friolera de medio centenar de tantos, una cifra que parecía ya insuperable, ahora estos guarismos se antojan totalmente alcanzables. Incluso parece hasta fácil que así sea. Y hay más ejemplos. Equipos que se hunden incomprensiblemente, jugadores que despuntan ya veteranos, lesiones absurdas, fichajes increíbles, desmentidos mentirosos... sin embargo, si hay algo que no ha cambiado en absoluto es el ´modus operandi´ para echar a un entrenador. Obviamente, primero se juntan una serie de malos resultados, la afición se indigna, apunta y dispara. Esto sucede siempre. El centro de las críticas puede ser, o bien el banquillo o bien el palco -en este último caso, el técnico en cuestión ya puede saberse sentenciado-, y después se produce lo más curioso: la ratificación, un término al que habría que cambiar su acepción pues realmente significa ultimátum. A Joaquín Caparrós lo ratificaron ayer... Sus horas en el Mallorca a buen seguro que están contadas.
José Manuel Cano2 min lectura