La imagen de Morurinho se ha deteriorado tanto en esta campaña, que su salida se ha convertido en la priedra angular del futuro del Real Madrid. A corto plazo, en la planta noble del club merengue se ve con inquietud el panorama que les dejará el luso: plantilla dividida, pesos pesados que han apretado a la presidencia con aquello de "el entrenador o nosotros", una cantera ninguneada que ha visto que su mayor talento en los últimos tiempos es un jugador francés recién llegado...; por cierto, buenísimo y con gran proyección, y afortunado por conseguir la paciencia que a otros se les negó. La suplencia de Adán y el fichaje de Diego López dan buena muestra de ello.
Dejará Mou la fractura provocada en la entidad. Barrió a Valdano y a todo el que se le puso por delante. Y probablemente tendría razón en algún caso, pero las formas son las formas. Deja rota las relaciones con los medios de comunicación. A él, esencialmente, le importa muy poco, puesto que se irá a Inglaterra y allí espera iniciar una nueva etapa. Le están esperando, porque aún recuerdan su arrogancia y malas maneras.
También ha dejado el señorío del Madrid a ras de suelo. No dudó en sacar un papelito con errores arbitrales tras jugar con el Sevilla, por ejemplo. Lo del dedo en el ojo a Tito es de macarra auténtico. Ha despreciado la figura de Del Bosque, quien ganó las dos últimas Champions del Madrid, y lo demás ya lo saben. Intentó ser el lado oscuro de Pep Guardiola y el Mono Burgos le amenazó con arrancarle la cabeza.
Con este currículo y muy poco turrón en las alforjas no extraña que se suspire de alivio con su inminente marcha. A enemigo que huye, puente de plata.
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