Fernando Alonso ha demostrado, una vez más, que se puede ser profeta en la tierra propia. Ayer volvió a dar un recital en Barcelona y ha demostrado que Ferrari tiene algo más que decir en el presente Mundial.
Vicisitudes deportivas al margen, el asturiano evidencia que tiene algo especial tanto en la pista como fuera de ella. Es, hasta cierto punto, introvertido y enigmático. Profesa un celo extremo a su intimidad (hasta el punto de agredir, presuntamente, a un fotógrafo) y es capaz de solidarizarse con aquellos que en estos momentos lo están pasando mal, aunque sus emolumentos anuales se cuantifiquen en decenas de millones de euros.
"Según están las cosas, venir aquí supone un gran esfuerzo. Quiero dedicaros este triunfo a todos y daros las gracias en mi nombre y en el de Ferrari", comentó Fernando Alonso tras proclamarse vencedor en Barcelona.
No deja de ser un gesto. Es cierto. Pero no lo es menos que en estos momentos cualquier tipo de aliento sirve para sumar, aunque no pueda esconder la realidad de una situación dramática en muchos hogares.
El gesto de Fernando Alonso señala a aquellos que son auténticos protagonistas de cualquier disciplina deportiva: los aficionados. La Fórmula Uno suele mimar a los suyos. Es cierto que es un espectáculo costoso, pero al menos no los castiga con horarios intempestivos. La LFP quiere tomar nota, en este sentido, pero de momento deja la pelota en el tejado de los clubes y les pide que bajen los abonos. Difícil cuestión si día sí, y otro también, te plantan el partido en la noche del lunes.
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