No hay que aplicar ninguna óptica marxista para entender la cita de esta noche como una confrontación abierta de acciones entre el capital y los béticos. Un puñado de personajes que van de béticos frente al 99% que han transformado su minoría a la heroica. Y ser bético incluye abrazar la tormentosa república con tal de no regresar a los tiempos del viejo y tenebroso imperio. La autocracia que vaticinan los impulsos verbales de Castaño es todo un deja vú. Una pesadilla incomparablemente peor que la bisoñez que ha mostrado la gestión judicial del último lustro. Y de lo que se trata esta noche ni más ni menos es de la dignidad de ser bético. Castaño no acaba de entender que siempre se sospechará de él en la medida que pone a todos de acuerdo en una cosa: loperistas, nunca máis. Hasta los del Deportivo entenderán que el Villamarín le monte una muy gorda mañana al palco por tener la poca vergüenza de regresar aprovechando el primer resquicio judicial. Tendrá que ser el Betis el primero en rebelarse socialmente contra su destino. De momento, entre el empate técnico y la derrota pírrica ya han ganado los béticos, pero todavía no lo saben.
Eduardo Gil2 min lectura