Un guardia de seguridad fue el que alertó en Saint Denis del terrorista bomba que se explosionó al cuarto de hora de partido. En el escenario que estrenamos el pasado viernes 13 ya no se podrá responsabilizar a los clubes de todo lo que ocurra de puertas para dentro. La protección de los espectáculos de masas en nuestro país, como es el fútbol, requiere de una estrategia nueva de seguridad nacional, planes de contención y de medios, tantos humanos como técnicos.
En París se mantuvo la cabeza tan fría, que se esperó al final del partido bajo la sospecha de que el terror en persona podría haberse colado en las gradas. No quiero ni imaginar qué hubiera pasado si un episodio de ese calibre hubiera tenido lugar en territorio español. Mucho me temo que aquí todavía no nos hemos enterado. Mientras, Javier Tebas -con la connivencia del CSD- anda con la pamplina de perseguir a los incívicos que insultan cada fin de semana en los estadios. Como si el terrorismo verbal pusiera bombas. Sobra mojigatería y faltan decisiones de Estado.
Entretanto, leo que los ultras franceses -seguramente una monería de muchachos- han decidido cantar al unísono la marsellesa en los campos del país vecino. En España aún debemos tomar conciencia, sin alarmismos, pero está claro que vienen por nosotros, y no duden, lo intentarán otra vez mediante el fútbol. Porque el fútbol -para muchas cosas vertedero de esta sociedad nuestra- une más que separa. Seguro que ninguno de estos ha leído a Kanouté: "El Islam no admite la violencia. Nuestros textos sagrados hablan de paz y de mejorar la vida del prójimo".
Eduardo Gil2 min lectura