Asesinato al fútbol

Paco Jémez me resultó tan excesivo como los diez goles del Madrid del domingo. Sin duda, es el hombre de fútbol que más clarito habla. A los jugadores, a los medios... Hasta sus equipos se expresan como él en el campo. Sin embargo, sospecho que, detrás de sus grandes titulares y su forma de ser tan directa, se esconde una personalidad que apabulla tanto que me chirría. Después de que el Rayo jugara en el Bernabéu, no dejó títere con cabeza: el árbitro, el Madrid... Y, pudiendo estar de acuerdo en casi todo con él, no acaba de convencerme su actitud ante los periodistas, su falta de sinceridad en la jugada de la roja directa -sus jugadores sí reconocieron que, al menos, una fue expulsión justa- o sus cambios, casi de pose, al meter finalmente un delantero jugando con nueve hombres. Sólo le faltó decir al más puro estilo Luis: "¿Veis como mi filosofía es innegociable?". Y no. Si te quedas en inferioridad por errores propios ante el Madrid, te la comes.

Porque la roja a Tito es indiscutible, por mucho que pensemos que al Madrid no se les ocurriría hacérselo. Cualquiera desarrolla paranoia con estos grandes que te aplastan hasta con el colegiado. Pero, esta vez, no. Otra cosa es que estemos de acuerdo en la única verdad que todos deben saber: la Liga es una patraña. Hombres contra niños, gigantes contra héroes, como el Rayito. Una veces son diez, otras nueve, como al Granada, y otras ocho, como castigó el Barcelona a la Roma, al Almería y al Córdoba.

Jornada a jornada, asistimos a esta degradación como si no pasara nada, y es obvio que falta competitividad. A base de goleadas, donde el rival apenas tiene importancia y menos aún goza de un mínimo respeto, el fútbol pierde su valor. A este paso, acabaremos fracturándolo, si no lo hemos hecho ya. Ése es el gran mensaje que le faltó a Jémez y el único que se debe trasladar para intentar cuidar al fútbol que tanto decimos amar.