Queda la sensación, tras una nueva destitución de Mel sólo dos años después, de que en el Betis pasan los dirigentes sin que cambie nada más. De nuevo, un golpe de timón a mitad de temporada para tratar de encontrar un rumbo que el capitán no ha sabido seguir. Según él, por la incapacidad de sus tripulantes; y por su propia impericia, en opinión de los que mandan. Al final, otra vez los refuerzos invernales en Heliópolis serán para quien no conoce las verdaderas taras de la plantilla, seguramente acomplejada por lo tanto que se quejaba de ella públicamente su preparador.
Ahora, Macià se queda sin escudo. El valenciano, como Mel jornada a jornada, se mostró anoche nada autocrítico. Cree firmemente que sus fichajes son mejores de lo que aparentan, y es posible que tenga razón, pero deberá encontrar ahora un entrenador al que le guste trabajar cada día con 30 futbolistas, porque a 11 de enero no ha dado ni una sola salida...
Entre algunas incongruencias, bastantes en realidad, encontré anoche un punto de cordura en la rueda de prensa posterior al despido: los dirigentes se tomarán con calma la elección del recambio de Mel. El de entrenador es un puesto clave en entidades que mueven tantos millones de euros, como son los clubes de fútbol, y realizar un examen profundo y poner filtros hasta dar con el -presuntamente- ideal, por tanto, es lo mínimo. El perfil, al menos, lo tienen ya claro.
Carlos Pérez2 min lectura