Opinión

El palomar

El palomar
- Eduardo Gil (16/03/2016)
Eduardo GilEduardo Gil3 min lectura
Lo de entorno es tan antiguo como el Curro de la Expo. Dícese del runrún que genera un club, los rumores interesados, las luchas por el poder... Lo creó Cruyff para exculparse de una derrota del Barcelona en Praga el 1 de abril de 1992. Poco después el Dream Team ganaba la Copa de Europa en Wembley, pero a Johan aquel invento le había resultado realmente útil.

La paradoja es que décadas después, cada vez que abre la boca el oráculo holandés es para influir en el ecosistema culé. Es decir, él ha acabado convirtiéndose en el entorno. Resulta que el canibalismo profesional que vivimos en el escenario mediático-deportivo de nuestra ciudad sólo es comparable al protagonizado por el mismísimo Betis del último lustro judicial. Vale que nos pisemos la manguera, pero de ahí a las cuchilladas tuiteras, los ataques personales, las amenazas, las denuncias… Enloquecidos y sobrados libran juntos una cruzada contra los que beben de fuentes directas, y que por manejar las claves del proceso judicial verdiblanco, son señalados como 'entornistas'. Un poquito de pudor.

Hagan memoria de los que defienden la presunción de inocencia de Lopera aún a las puertas de fecha de juicio penal, de los que todavía aplauden a Oliver por haber traído a Rubén, saqueado las cuentas y comprado el 51% con el dinero de Mario Conde. Recuerden a aquellos influyentes 'melistas' que huérfanos de liderazgo, insistían en un entrenador inestable. Si por ellos fuera, el equipo hubiera bajado tan lastimosamente como la última vez. Se han quedado en el palomar del Chupe. Siguen el juego de los que se han reído a carcajadas cada vez que el Betis de los últimos años era goleado en el Pizjuán, de los que se encontraban a unos en plena calle y se fotografiaban con otros, retratándose como palmeros que son. Aspirantes a Alfredo Duro que tendrán su San Martín en ese Betis que está por llegar. Una entidad con mando, personalidad ejecutiva y determinación de no escuchar a nadie sino a sí mismo.
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