Sevilla y Sampaoli necesitan conocerse mejor y alejar la huella de la desconfianza. Y es el entrenador el que debe ganársela. Por eso era necesario que explicara quién habla o no en su nombre y si llegó a plantearse seriamente proponerle a Castro compatibilizar el Sánchez Pizjuán con la Albiceleste. El pentacampeón de Europa es bastante más serio que todo eso y no quiere ni un lío más. El amago de Monchi, la espantá de Unai, la quemazón con el económico adiós de Krychowiak y el más que probable de Gameiro... puff. Mejor que se quede Kévin hasta después de las dos supercopas. Por primera vez, el club le está haciendo un equipo a la medida a un entrenador. Ojalá que sea un genio, porque la inversión puede rondar los 150 millones y no hay técnico en el mundo capaz de sustituirle si llegamos a octubre y la cosa no funciona. Jugones que la tocan como nadie y que lejos de pensar en equilibrar el juego, tiran hacia arriba de manera inmisericorde. Emery se llevaría las manos a la cabeza. Pero ése es justo el objetivo. Su sustituto viene ganando lo mismo que él, que ganó tres uefas, y no hace más que liarla a pocos días de jugarse títulos. Que si la comisión del Granada, que si la indemnización para la Federación chilena, que si tú, Messi, me dices ven Los Panchos versionado por Callejeros. Ojalá el Sevilla haya pagado a Sampaoli por lo que vale, no por lo que dicen que vale. Porque si empezamos con ambigüedades, es que honradamente no vale un duro.