Recurriendo al máximo de los tópicos, en un derbi no hay favoritos, aunque, siendo sinceros, este papel le debe corresponder al Sevilla, por lo realizado por unos y otros en las últimas temporadas. A partir de ahí, cualquier consideración previa no tiene por qué verse reflejada sobre el campo. Y lo cierto es que nadie sabe qué nos encontraremos mañana en el Sánchez Pizjuán, donde se verán las caras dos equipos en evidente fase de construcción, que hasta la fecha han mostrado destellos para la esperanza de sus respectivas hinchadas a la par que defectos que urge corregir.
En el bando nervionense, la ilusión del fulgurante estreno liguero se ha ido diluyendo entre las dudas que genera un equipo que no refleja sobre el césped el ofensivo discurso de su técnico, con un afán por la posesión que no se transforma en presencia ofensiva. En Heliópolis, en cambio, quizás sea esa mordiente atacante la mejor noticia exhibida, aunque se ha visto lastrada por los errores defensivos de un equipo que navega en estos momentos en la misma indefinición que su rival. Para muchos, siempre es pronto para un derbi, pero a Sampaoli y Poyet les llega demasiado rápido.
Fernando Mateos2 min lectura