Cómo jubilar a Rubén Castro

Se han dado tanto en los últimos años, que sería una pena que el idilio Rubén Castro-Real Betis acabara con la frialdad de un desencuentro contractual. Rubén quiere dos años y el Betis le ofrece uno más uno. El jugador está en su derecho a pedirlo. Le legitima el magnífico rendimiento ofrecido, el dato que le convierte en el máximo goleador del club; y le tranquiliza contar con otras posibilidades para firmar un retiro millonario con el que, seguramente, no sería tan feliz como en el Betis, viviendo en la ciudad en la que ha encontrado la madurez y la felicidad que necesita cualquier persona. El club también está en su derecho a hacer un Pedro Sánchez y decir no.

Puede hacerlo si quienes tienen que afrontar la negativa están plenamente convencidos de que es lo mejor para el presente y el futuro inmediato de la entidad, aun a sabiendas de que sería una decisión antipopular. Muchas decisiones contrarias a fuertes corrientes de opinión se han tomado en el Sevilla y, sin embargo, el club ha ido en continuo crecimiento. Se trata, sencillamente, de valorar la situación con independencia, con datos objetivos. Yo le renovaría, por supuesto. Sin dudarlo. Ya expuse las diez razones que avalaban su renovación y estábamos aún en el mes de agosto (goles; rendimiento; el equipo, los técnicos y la afición confían en él; el físico le acompaña; conviene que no quede libre en enero para que siga teniendo la mente en el Betis y no en los petrodólares; veterano, humilde y respetado en el vestuario; se ha hecho más fuerte mentalmente con su problema con la justicia; quiere quedarse; tiene sueños por cumplir: ser el máximo goleador del Betis en Primera; y es leyenda viva del Betis).

Ahora, con la Liga iniciada, esos diez argumentos mantienen su plena vigencia. A Rubén no se le jubila negándole lo que se ha ganado en el campo. La jubilación le llegará cuando el Betis fiche a delanteros que le sienten en el banquillo porque sean capaces de hacer más goles que él.