Firma invitada (Opinión)

Jorge Sampaoli

Jorge Sampaoli
- Isaac Escalera
Estadio DeportivoEstadio Deportivo 3 min lectura
No se va a comer los polvorones, no cuenta con Vitolo, no le gusta Sergio Rico, no está preparado para dar el salto a Europa, su juego es incompatible con La Liga, ha rectificado y ha cambiado su idea de juego, es increíble que tenga a Lillo como ayudante, el discurso es lamentable, hay que echarlo porque dice que prefiere jugar bien antes que ganar, Monchi lo ha fichado en señal de venganza, sus tatuajes y sus hechuras no corresponden. Éstas son muchas de las cosas que se le han dicho al entrenador de Casilda. Y todas ellas antes de empezar la temporada. Algunas casi rozando la falta de respeto. No soy adivino para saber qué va a ocurrir, pero lo que estoy seguro es que Sampaoli es un magnífico preparador. Su idea sigue siendo la misma desde que aterrizó en Sevilla. Como cualquier técnico ha ido conociendo a sus futbolistas y probando piezas dentro de una misma premisa: someter al rival con el esférico. Todo cambio requiere su tiempo.

El equipo ha tenido que pasar de una idea conservadora a otra dominante. Eso no se inculca de la noche al día, pero, incluso, el exseleccionador de Chile ha acortado ese proceso complejo. En cada partido intenta tener el balón, dominar y vivir en las inmediaciones del área rival. Le saldrá mejor o peor, pero aquí lo que importa es la intención, como dice mi admirado Rafael de Paula. Fútbol de arte, de pellizco, de emociones. Ya sea contra un equipo de Champions u otro que esté peleando por el descenso. Y eso tiene un mérito enorme. El argentino es osado, ambicioso, inconformista, atrevido, nada medroso y posee una personalidad fuera de lo común. Va convirtiendo las lanzas en cañas. Su pensamiento no admite dudas. Claro y firme, como el son que lleva el Gran Poder por la calle.

Lee muy bien los encuentros. Concepto clave para ser un entrenador top. En pocos cambios se equivoca. Además, no se ata a ningún sistema. Se sabe adaptar al guión que marca el partido. Puede jugar con tres centrales, cuatro defensas, con dos delanteros o con un falso punta, pero siempre con un objetivo claro: ver más al portero rival que al propio a través de la posesión. Un juego de toque que tanto añora un romántico del fútbol como Juanma Lillo.

Y su discurso impoluto merece unas líneas. Qué naturalidad en sus comparecencias, sin rodeos, sin escurrir el bulto y te da la razón si es necesario. Nada de tópicos. Lo tiene todo para triunfar en el Sevilla. Como diría un amigo: "Sampaoli es mi pastor, nada me falta".
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