La sombra de Coke sobre Iborra, Vitolo y Ceballos

La sombra de Coke sobre Iborra, Vitolo y Ceballos
- Joaquín Adorna (@JoaquinAdornaED)
Joaquín AdornaJoaquín Adorna4 min lectura
El fútbol, en lo que a relaciones profesionales y personales se refiere, es tan generoso como ingrato. Abre puertas, genera amistades y vínculos para toda la vida, regala importantes oportunidades de una dimensión al alcance de pocos negocios… pero también deja muchos heridos en su salvaje camino. El fútbol selecciona personal fijo, eventual, colaborador entregado y apasionado sin derecho a retribución… bajo criterios inescrutables, sometido a códigos cifrados difíciles de interpretar. Tan difícil es llegar, como imposible mantenerse si no estás entre los elegidos. Pasado tan complejo proceso de selección, resulta extraño que algunos de quienes se encuentran cómodamente establecidos sin riesgo de salir del club de los 500 conquistadores de una meta imposible para el resto de los mortales (25 fichas por 20 equipos en Primera división), no sepan manejar situaciones concretas para dejar siempre tantas maravillosas puertas abiertas.

El excapitán del Sevilla Coke es un ejemplo a seguir, sabe cómo hacerlo. Igual aparece en el vestuario del Sevilla que entrenando en las instalaciones del Rayo Vallecano, o animando y felicitando a amigos y compañeros con los que ha tratado en el transcurso de su carrera. La naturalidad con la que se desenvuelve en los pasillos en los que otros sólo ven trampas y puñales; la valentía para dar la cara públicamente en las derrotas y en los momentos difíciles; el liderazgo innato que ejerce dentro y fuera de un vestuario; o la sinceridad con la que se dirige siempre a los aficionados son rasgos personales que le hacen merecedor de un aplauso generalizado. Quizás, el fútbol quiere a aquellos en los que estos rasgos aparecen potenciados, mientras que en otros no se ven o, sencillamente, desparecen por la presión propia o a la que someten todos los entornos.

En el difícil momento de un cambio y de decir adiós, Iborra ha seguido la estela Coke y, sin embargo, Vitolo no, una pena para quien tantas alegrías ha dado a la afición. Dos casos comunes, dos jugadores con la misma sana ambición de crecer y firmar, probablemente, el gran contrato de su vida; y dos maneras de actuar que generan dos reacciones completamente opuestas: aprobación y rechazo. O va en lo más profundo de la condición individual (ir con la verdad, mirar a los ojos, ser agradecido, mostrar empatía -ponerse en el lugar del club y sus aficionados-; buscar los mejor para ambas partes…) o no se tiene la personalidad suficiente para imponer el criterio propio sin caer en los intereses de los interesados que te asesoran.

Lo primero siembra el reconocimiento generalizado, favorece la mejor de las despedidas, mantiene vestuarios y brazos abiertos a un futuro muy, pero que muy cercano. Lo segundo, un egoísmo malentendido, viene acompañado de crispación, frialdad y enemigos a la vuelta de la próxima esquina. En esa encrucijada de caminos, en la que está también el jugador del Betis Dani Ceballos, cada cual opta por uno que te define.

El caso de Ceballos tiene ciertos matices diferentes. Tuvo su prematuro y extraordinario presente. Lo perdió, o se lo quitaron, y jugaron con su futuro. Ha recuperado el control de su destino y ahora está legitimado a elegir llevando el egoísmo a su máxima expresión o aplicando la dosis de generosidad que estime oportuna. Nada tendrá que ver la decisión que tome con lo que puede darle o quitarle un fútbol que, insisto, va a juzgar a Iborra, a Vitolo y al propio Ceballos al albur de sus enigmáticos criterios.
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