Vitolo y la frontera humana

Vitolo y la frontera humana
- Álvaro Palomo
Álvaro PalomoÁlvaro Palomo 2 min lectura
El ‘caso Vitolo’ trasciende lo meramente futbolístico y se adentra en el siempre pantanoso terreno de la condición humana. Ya no se trata de abandonar un equipo para marcharse a otro por cuestiones económicas o incluso que se utilicen artimañas para esquivar la ley, sino de la banalidad que se le concede a la palabra, del desarraigo que provoca la ambición o de la ausencia de empatía cuando se baila con el dinero.

A estas alturas todos entendemos, por conformidad o resignación, que un futbolista deje atrás su club, independientemente de su nivel de compromiso y aportación, para crecer en todos los aspectos, o únicamente para que rebosen sus bolsillos, pero existen fronteras infranqueables tras la cuales no cabe la comprensión, ni la condescendencia ni ningún alegato favorable. Ya no hablamos de fútbol, hablamos de valores personales, incluso de convivencia.

Le ha ocurrido al Sevilla, a su presidente, pero lo realmente preocupante es que suceda, que la traición se propague también en el deporte, que se escupa a la cara a la afición que lo acoge como un ídolo, que le entrega su aliento y le permite, en definitiva, disfrutar de una vida privilegiada.

Nadie le puede pedir a Vitolo que actuara como un sevillista ni apelar a un sentimiento que hoy día apenas late en los profesionales, pero sí un mínimo de respeto y humanidad para no poner evidencia a los que siempre le han tendido la mano. Razones de sobra para señalar al extremo como único culpable de un esperpento en el que a Castro sólo se le puede acusar de creer en la palabra de alguien que ha demostrado no tenerla.
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