Como profesional de la comunicación, no entendí la improvisada comparecencia ayer de Pepe Mel, apenas doce horas después de haberse explicado en sala de prensa. Mejor dicho: comprendo lo que quiere conseguir el míster, pero no sé si el efecto será el que desea. Como aficionado, valoro que un entrenador sea capaz de dar un paso al frente de tamaña magnitud, poner la otra mejilla para llevarse él la ´guantá´ y quitar, en parte, la responsabilidad a los profesionales. Por supuesto, tampoco soy tan ingenuo para ignorar las consecuencias positivas que para la imagen del madrileño generará ese gesto de valentía y de beticismo. Imagino que pensaba también en ello cuando tomó la determinación de hablar seis veces en siete días naturales.
Porque nadie empujó a Mel a salir este lunes a la palestra. Nadie. Créanme. Lo hizo contra el criterio de los consejeros, que le hicieron ver que, quizás, podría resultar inoportuno y contraproducente. Y es que el bético, sobrecargado de ruegos de unidad, confianza y apoyo, magnificarían una crisis que, objetivamente, tampoco es para rasgarse las vestiduras. Se han disputado diez jornadas y el Betis está en descenso, sí, pero a un punto de la salvación y con 28 jornadas de margen.
Pero lo de Mel ya no tiene remedio, porque decidió hablar y lo hizo en los términos esperados. Ahora, nos deja al resto la labor interpretativa. Y huelga decir que la inmensa mayoría de los que estamos al otro lado se pregunta por qué le dejaron solo. Yo niego la mayor, como intento explicar en la página contigua, aunque entiendo que la visión general sea otra. En cualquier caso, no se me escapa que algunos de los responsables de esta depresión coyuntural de juego y resultados -Mel es una parte importante de la ecuación, pero ni mucho menos la única- siguen escondiendo la cabeza bajo el ala. El examen de conciencia es necesario. Me consta que lo están haciendo en el vestuario, por lo que sólo queda que la moda se extienda a los despachos de la planta noble del Villamarín. No es ningún secreto: las crisis se superan aceptando la realidad, asumiendo cada uno su responsabilidad y haciendo propósito común de enmienda.
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