Pensó
Merino que, dado que en su rival hacían mella las lesiones y el posible cansancio de los que debieron combinar
Liga y partidos de selección, lo mejor sería apretarle en la salida, acumulando mucha gente por dentro y adelantando la defensa con el fin de estrechar espacios.
Había que imprimir velocidad en campo contrario y contener las arrancadas de
Griezmann. Y las sensaciones hasta el 1-0 eran más que positivas, pues el Atlético sufría para conectar con sus delanteros, al tiempo que Ceballos se asociaba bien con
Fabián y
Musonda, al tiempo que
N'Diaye se bastaba para abortar los intentos de
Saúl y
Koke en el 1-4-1-4-1 diseñado por el linense. Sin embargo, el primer desajuste costó muy caro a un Betis que se descompuso en la recta final del primer tiempo, marchándose mentalmente de la contienda con un error en cadena de
Molinero y
Adán.
En la reanudación, el dibujo fue mutando hacia el 1-4-4-2, primero en rombo y luego asimétrico, con la entrada de
Xavi Torres y la reubicación de
Dani en la izquierda, pareciéndose un rato al 1-4-3-3, si no fuera porque
Rubén Castro y
Damiao se colocaban prácticamente en paralelo. Ocurre que, quizás, acabar a tumba abierta no era lo más aconsejable.
De perdidos, al río, pensaría el míster bético. De hecho, los heliopolitanos lograron recortar distancias, aunque la velocidad, aquel remedio que imaginaron para asaltar al
Calderón, se convirtió en el yugo de los hispalenses, con una pareja de centrales inapropiada.