El
Sevilla se reencontró también con el triunfo en
Europa, amarrando un triunfo balsámico ante su último verdugo, fruto de un partido inteligente, con un control medido de las diferentes situaciones que generaban los moscovitas, descaradamente replegados mientras reinaba el empate y desordenadamente desatados cuando acertaron en su primer ataque de verdad, ya prácticamente sin tiempo de preocupar a un rival que impuso la lógica que tanto se echó de menos en el
Otkrytie Arena.
En fase defensiva, los nervionenses dibujaban un 1-4-3-3, con
Sarabia y
Nolito (especialmente inspirado el sanluqueño) muy altos para tapar las líneas de salida al
Spartak, ayudando a
Ben Yedder. En fase ofensiva, los de
Berizzo optaron por abrir mucho el campo, estirando el 1-4-2-3-1 para generar espacios en la telaraña de contención rusa.
Banega entendió mejor que ante el
Leganés su función, haciendo de bisagra, pensando y ejecutando rápido. Desde atrás,
Mercado, que ató en corto a
Promes en el primer tiempo, generaba también superioridad con sus robos de balón y rompiendo líneas con balón.
En la reanudación, la posesión siguió siendo del anfitrión, a quien tampoco molestó el paso al frente de los rusos, que se desajustaban más y ofrecían apetitosos espacios para las contras sevillistas.
Éver, cómodo entre líneas, sentenciaba enseguida con un golazo marca de la casa. Ni siquiera el arreón lógico tras el 2-1, previo perdón de
Ben Yedder, cambió el panorama, pues anoche el
Sevilla tuvo siempre las cosas claras. Sufrió, aunque, así, los éxitos saben mejor.