Beto, el héroe de Turín sin la aureola de santo

No pudo elegir un escenario mejor Beto para reivindicar su figura de gran portero. Sus dos penaltis detenidos en la tanda final, unidos al parado a Nono en cuartos ante el Betis, le han catapultado a las páginas más gloriosas de la historia sevillista. Entre lágrimas y en el mismo Juventus Stadium, Beto recordaba a su padre, que a buen seguro estaría orgulloso de este portero de 32 años, natural de Loures, para quien no siempre todo pintó de color de rosa.


Llegado en el mercado invernal de la 12/13, Beto consiguió lo que ni Varas ni Diego López habían logrado: hacer olvidar a Palop, mito del sevillismo por su gol en Donetsk y por los penaltis de Glasgow contra el Espanyol. "No soy como Palop, no he hecho todo lo que consiguió él cuando estaba en el Sevilla", reconocía, humilde, ya más tranquilo, rechazando la aureola de ´Santo´ que se ganó Palop en sus ocho años como cancerbero sevillista.


En sus primeros meses ofreció una versión sobria de un meta que sabe lo que se hace, pero en la 13/14 comenzó dubitativo y se ganó la fama de palomitero. Un error ante el Celta que costó la derrota tras una mala acción con el balón en los pies supuso su momento más bajo de popularidad. Llegaron los rumores de movimientos en la portería mientras el luso se recomponía poco a poco, recuperaba su nivel y se afianzaba en la meta con los penaltis ante el Betis como punto culminante antes de la final.


Carácter
Más allá de sus cualidades como portero, Beto es uno de los líderes del vestuario. Sus compañeros le respetan por su carácter, ese que le ha llevado a salir en numerosas ocasiones en defensa de sus compañeros cuando venían mal dadas. Ese carácter con el que respondía a Jorge Jesús, técnico del Benfica, que se quejó de que se había adelantado en los penaltis. "El también se sale del área técnica", dijo un meta que no se arruga.