La Champions, un peso difícil de llevar

Participar en la Champions supone, además de una importante inyección financiera, un auténtico orgullo para los clubes, por lo que significa y el prestigio que otorga codearse con la elite del Viejo Continente, pero también entraña una responsabilidad y un indiscutible riesgo. Porque este torneo eleva sobremanera la exigencia y motiva de tal forma que es habitual que provoque un descenso del rendimiento en las tareas domésticas.

Así ha ocurrido con la mayoría de equipos españoles, a excepción de los poderosos Real Madrid y Barcelona, que han participado en la Liga de Campeones, obteniendo peores resultados que el año de su clasificación. Los casos más flagrantes son los del Celta en la 02/03 y del Villarreal en la 10/11, pues ambos pasaron de terminar entre los cuatro primero a perder la categoría. Sólo en ejemplos contados se ha igualado o mejorado los números del curso anterior, lo que debe servir de aviso para un Sevilla que en Champions ha comenzado con un triunfo contundente sobre el Gladbach pero que en Liga ocupa el último puesto.

Compatibilizar el honor de jugar la Champions y la importancia vital de la Liga obliga a Emery a dosificar esfuerzos y maximizar los recursos del plantel para evitar sobrecargas y cansancio, y a conseguir que los futbolistas salgan en partidos como el del Celta con la misma motivación que en los de la máxima competición continental. No en vano, en menos de una semana se ha visto a un Sevilla completamente distinto, muy intenso contra los alemanes y apático y sin chispa ante los vigueses. En los dos años anteriores, Emery compaginó casi a la perfección Liga y Europa, pero ahora se ha subido un escalón y debe mantener el equilibrio para que la cuerda no se rompa por ninguno de los dos extremos.