Tres minutos tardó Yevhen Konoplyanka en avisar del cambio que se había producido en el descanso. De que había terminado el fútbol previsible del equipo nervionense y que de poco le valdría al Sporting de Gijón su orden, porque el talento en estado puro es capaz de romper cualquier tipo de ataduras.
El atacante ucraniano, por debajo de su nivel en partidos anteriores, anoche transformó por completo al Sevilla con una exhibición de la verticalidad y profundidad de la que había carecido hasta ese momento el control desarrollado por los de Unai Emery.
Tanto es así que Abelardo realizó su primer cambio en función del extremo sevillista para reforzar con Lora la banda derecha, fórmula que no funcionó en absoluto, porque Konoplyanka estaba desatado, con diagonales en busca del disparo y penetraciones hacia la línea de fondo como la que acabó en el tanto de Gameiro, al que le situó el balón en una posición inmejorable para cabecear a la red. Fue la chispa que encendió al Sevilla y estableció la diferencia necesaria para enterrar la disciplina asturiana.