¿Alguien creyó que pudiera haber un derbi sin presión? Imposible. La tensión es algo inherente a este espectáculo que trasciende la esfera del deporte para adentrarse en el ámbito de los sentimientos. Una pasión que los profesionales palpan y que concede a este tipo de duelos una importancia siempre extrema. Porque no hay mejor inyección de moral que superar a tu eterno rival y, a su vez, una derrota puede convertirse en un golpe costoso de revertir.
Ahora bien, partiendo de esa premisa de que la victoria es igual de codiciada e importante para todos, las situaciones dispares de ambos equipos conceden a uno y otro diferentes grados de esa inseparable presión. Y vuelve a ser el
Sevilla el que tiene más que perder. Una percepción que respalda su favoritismo. Porque, aunque cualquier cosa puede suceder en este tipo de duelos, parafraseando un tópico que no deja de ser cierto, es el conjunto de
Nervión el que manda en las apuestas, sin necesidad de verlas, fruto de su teórica superioridad sobre un
Betis que llega liberado, pero no sin presión. Y es que no pueden permitirse los verdiblancos otra nueva afrenta ante el eterno rival.
Juan Merino y los suyos llegan al
Pizjuán con los deberes hechos. Tras una tumultuosa temporada, la continuidad en la elite no corre peligro. Aunque aún no tienen estampado el sello que así lo certifica, los nueve puntos de ventaja con respecto al descenso, con sólo doce en juego, son sinónimo de salvación virtual. Pero más allá de afrontar el derbi como la oportunidad de poner un "broche de oro" a su ejercicio, en palabras del propio técnico linense, están poco menos que obligados los verdiblancos a vengarse de las ofensas sufridas en los últimos duelos cainitas. Se lo deben a su fiel afición, que no celebra un triunfo de los suyos en un derbi liguero desde hace cuatro años y que este mismo curso ha visto cómo su equipo era incapaz de marcar, y casi de chutar, en los tres duelos cainitas disputados, sufriendo una dolorosa eliminación en Copa que se certificó, precisamente, en el estreno de Merino.
Mayor, eso sí, es la responsabilidad sevillista. Porque de su resultado no sólo se inferirán consecuencias morales. También deportivas. Por más que la cabeza lleve tiempo puesta en
Europa y en la final de
Copa.
Con tan golosos premios,
Emery y los suyos han tirado demasiado pronto la Liga y cuando más de uno pensaba que podría recibir a su eterno rival poco menos que en chanclas, se ha visto el vasco obligado a tirar de todo el arsenal disponible para tratar de cortar la sangría y que no peligre la séptima plaza, a día de hoy lo único que garantiza el mínimo objetivo exigible de volver a jugar competición continental. Que nadie se olvide.
Inmerso en una nefasta racha, la peor de la temporada, con un punto de quince posibles, los blanquirrojos no se pueden permitir un nuevo tropiezo que no sólo podría permitir que el
Valencia se acercara, sino que les haría viajar a
Ucrania con la moral por los suelos para tratar de dar el primer paso hacia una nueva final europea.
Por ello, se espera que
Emery no reserve nada para el jueves. Salvo los lesionados
Rami,
Vitolo y
Trémoulinas, saldrá con todo. Incluidas las tres piezas recuperadas para la ocasión, tras superar diversas molestias. Es el caso de
Gameiro, que desplazará a
Llorente de la punta de la lanza,
Reyes y
Krohn-Dehli, que ocuparían las bandas en detrimento de
Konoplyanka. Así, con el regreso al once de
Banega para tomar los mandos y de
N´Zonzi para acompañar a
Krychowiak, reservados ambos de inicio en
Gijón a costa de perder fútbol, el resto del equipo parece claro, más allá de la eterna incertidumbre entre
Coke y
Mariano en el lateral diestro de una línea defensiva que completarían
Carriço,
Kolo y
Escudero, con
Sergio Rico como guardián.
Tampoco ofrece muchas dudas la alineación de Merino. Sin urgencias clasificatorias tras un meritorio 7 de 9, todo apunta a que el técnico bético volverá a apostar por su bloque más reconocible, con
Rubén solo en punta y una tripleta como escolta del canario compuesta por un renacido
Joaquín y la ambición de la juventud personificada en
Ceballos y
Musonda.
Con
Petros y
N´Diaye imprimiendo fortaleza en la medular, también parece nítida la línea de retaguardia, ya que
Vargas no ha superado a tiempo sus molestias y
Molinero se ha quedado fuera de la lista por decisión técnica, por lo que los laterales serán para
Montoya, que sí se ha recuperado tras estar toda la semana entre algodones, y el canterano
Varela, aunque Merino no ha confiado mucho en el de Atarfe. Por ello, no es descabellado que pudiera tener el linense en la manga guardado el as de colocar a
Cejudo en el flanco diestro de la zaga, para cambiar a Montoya al izquierdo, aunque esta opción ya utilizada varias veces parece más una carta para arriesgar durante la partida. Una variante que, en cualquier caso, no alteraría la pareja que Merino ha solidado en el eje, formada por
Pezzella y
Bruno, con
Adán como baluarte bajo palos.
Con estos mimbres, el cuadro bético jugará con esa teórica falta de presión que le concede la tabla, atenuada por la deuda moral con los suyos, para mostrar esa peligorosa versión que les ha llevado a ganar lejos del Villamarín sólo un punto menos de los cosechados ante su hinchada, con cinco triunfos y cinco empates en 17 salidas.
Unos elogiables números a los que un exigido Sevilla tratará de responder con la recuperación de su otrora fortín, en el que enlaza dos partidos sin vencer, tres con la derrota europea ante el
Athletic. Datos que evidencian la mayor necesidad nervionense. Aunque las 45.000 almas que poblarán las gradas, con unos u otros colores, no medirán su garganta por una mayor o menor presión. Los derbis, como las finales, se ganan, no se juegan.