Sevilla, una vez más. La decimotercera final en la última década, la quinta de
Europa League. Su Europa League, ahora revestida de gran prestigio y adornada con la guinda de la Champions, quizá aún más sabrosa que el título en sí. Esta vez, en el
St. Jakob Park de
Basilea y ante el mejor aspirante posible, un
Liverpool sin el lustre de antaño que ha entendido, como atinó a descubrir el equipo de
Juande en 2006, que sólo alcanza una final quien lo merece. Ganarla ya es distinto. Depende, simplemente, de matices, y en ilusión, al menos, están empatados. "Cuanto más tiempo estás sin ganar nada, más ganas tienes de lograr el éxito", dijo ayer Klopp a modo de amenaza, con una buena réplica de
Emery: "La historia se escribe con el presente".
Son dos técnicos,
Jürgen y
Unai, referentes en Europa, enérgicos, motivadores, estudiosos y con una fe inquebrantable, que entienden que saber estar en pie en los momentos difíciles es la clave del éxito, que tienen más suerte cuanto más trabajan. Por eso, y porque los finalistas llegan físicamente a tope, este título se decidirá por matices, por saber aprovechar el momento. Un ´quien pestañea pierde´. Como dice
Menotti, "se puede dejar de correr o de tocar el balón un rato, pero lo que no se debe hacer nunca es dejar de pensar".
Liverpool y Sevilla desarrollan una idea de juego similar en cuanto al ataque posicional, pero los nervionenses cuentan con más registros en su librillo. Ambos le dan una importancia extrema a los laterales, muy largos, para dejar los carriles centrales a los mediapuntas y libertad al delantero, muy móvil y capaz de atraer rivales para abrirle espacios a la segunda línea o buscar el desmarque. Lo más probable, no obstante, es que los blanquirrojos muestren hoy su otra cara, la del equipo ordenado que sabe sufrir en defensa para explotar después la velocidad de
Gameiro (ha hecho el 50% de los goles de su equipo en el torneo, 7 de 14) en la transición ofensiva, la del
Sevilla contragolpeador.
Emery conoce las grandes virtudes del cuadro inglés (desequilibrio, capacidad asociativa o buen golpeo lejano) tanto como sus defectos, y al Liverpool se le hace daño inmediatamente después de que pierda el balón. Tiene un mal retorno, la defensa, con la sensibilísima ausencia de
Sakho, está mal ajustada -falla en ocasiones al tirar la línea del fuera de juego- y es permeable en espacios abiertos. Sobre todo,
Kolo Touré (35), el más veterano de un equipo muy bisoño (sólo 25 años de media).
La clave estará en que el Sevilla sepa gestionar bien la salida, y eso es cosa primero de Steven
N´Zonzi (sensible ausencia para el domingo) y sobre todo, como ante el
Shakhtar, de
Éver Banega. Si el argentino sabe sortear la agresiva presión ´red´ con tanta destreza como las preguntas sobre su futuro, el Sevilla tendrá mucho ganado. Que se vaya dejando dos títulos más en las vitrinas dolería menos, pese a ser ´top´, por cierto.
Es un Sevilla sin ´Plan B´ para haber peleado más en la Liga y casi sin banquillo:
Iborra, por si hay que jugar más directo; y Konoplyanka, con talento para decidir tamaña cita. También la tiene
Reyes, quien podría despedirse levantando un título (o dos), si es que estuviese disponible (hoy saldremos de dudas) tras su operación de apendicitis. Así,
Coke y
Mariano, quién lo iba a decir, jugarán juntos.
Klopp tampoco tiene dudas. Quizás sí, en el caso de que Divock
Origi, que es duda, y Jordan
Henderson (capitán), quien llega muy justo tras reaparecer 25 minutos el pasado domingo ante el West Brom, hubiesen estado al máximo. Será, por tanto y junto al polifuncional
Lucas Leiva y al capacitado
Joe Allen, una alternativa para refrescar su doble pivote, en el que
Emre Can muerde y James
Milner piensa y ejecuta. Christian
Benteke, el arma para bajar balones en el área rival y un potente rematador, o los talentosos jóvenes
Sheyi Ojo y
Jordon Ibe servirán como alternativa a
Sturridge o
Firmino, internacional brasileño al que ficharon los de
Anfield tras pagarle al
Hoffenheim 41 millones de euros. La cantidad deja patente que el Liverpool tiene tanta historia como dinero.
Se probará esta noche el ´Ojo de Halcón´, para evitar los goles fantasma, y arbitrará un multimillonario,
Jonas Eriksson, en un encuentro para el que los dos contendientes han ensayado los penaltis, por si acaso, y en el que habrá en juego casi 20 millones de euros, gracias sobre todo a la plaza de
Champions. Conseguirla o no es lo que marcará el futuro próximo de Liverpool y Sevilla, dos clubes con títulos (casi el doble los ingleses, pese a llevar más tiempo sin morder el metal) que se encuentran, con todo merecimiento, a un paso de la gloria. Es, eso sí, la única carta de los ´reds´, mientras que en Nervión ya tienen asegurada una plaza continental para la 16/17 y otra cita de peso en el horizonte de la que hoy no quieren saber nada. Emery apuesta todo a Basilea, a su torneo, a la tercera final consecutiva, a la quinta Europa League y a la Champions. Una vez más, sí. Y juntos lo pueden lograr.