Dos finales en la misma semana. Dos finales en cinco días, para ser exactos. Con los cuerpos aún recuperándose del cansancio que supuso el ida y vuelta a la conquista de la 'Quinta', el tren se puso ayer otra vez en marcha con destino a Madrid.
Se cierra la temporada con otra final que abre la puerta a un doblete tan merecido como inesperado, porque mucho dinero habría ganado quien en su día apostara por la salvadora cabeza de
Fernando Llorente marcando ante la Juventus y dando al
Sevilla in extremis su clasificación para la
Europa League que acaba de ganar. Las
incongruencias del fútbol:
Llorente, el delantero deseado, esperado y finalmente perdido para la causa, ha sido rentable. Sin ese gol, de un futbolista caro pero que llegó libre, no se habría logrado la impagable gloria del ‘Pentacampeón’ (por todo lo ha implicado
ganar la 'Quinta' y convertir al Sevilla en el 'Rey de la UEFA'), ni se ingresaría la
lluvia de millones que va a dejar el título, la nueva final (Supercopa de Europa) y la clasificación directa para la
Liga de Campeones.
El
Sevilla cumplió con la obligación que más podía incidir en su futuro económico y deportivo, ganó la final que tenía que ganar porque de ella dependía el difícil crecimiento sostenido al que aspira el club, y con los
deberes hechos la cita ante el Barça llega como un regalo, como el dulce postre en un banquete que tuvo su plato fuerte en
Suiza. Nada que ver el ambiente festivo en trenes AVE, autobuses, coches particulares con dirección a la capital de España, con la presión contenida en las horas previas al duelo ante el
Liverpool.
Nada que ver la incomodidad de una final mal organizada para la mayoría de los miles de sevillistas que se desplazaron a Basilea, con el cómodo desplazamiento con familiares y amigos a
Madrid. Hasta los jugadores, en su mayoría, han viajado con mujeres y niños (familia de Reyes al completo, incluida).La fiesta está garantizada porque hay
muy poco que perder y mucho que ganar.
Flota en el ambiente ese halo de prudente optimismo, bañado además por el impresionante recibimiento que ayer tuvo el equipo en la estación de Atocha; por las palabras de Emery en rueda de prensa apelando a concluir lo que tanto ha costado construir; por el convencimiento que transmiten los jugadores y los aficionados; por el deseo de sacarse la
espina clavada en la Supercopa de Europa que
Pedro llevó en la prórroga a las vitrinas del
Barça. También sigue latente la ambición de aliviar con otro título el dolor de los 'guerreros' caídos en el camino
-Krohn-Dehli viajó, Trémoulinas no-; así como la firme intención de regalar a los miles de sevillistas un feliz regreso a casa para celebrar el lunes no uno, sino dos títulos, en el Sánchez Pizjuán.
Se han
cuadrado los astros movidos por los hilos del
insaciable Unai y su sala de máquinas. El
Barça, y su
tridente, parte con el favoritismo que le da una
plantilla millonaria y
descansada -¿le perjudicará no haber competido?-, pero en el
Sevilla creen que la mente hace volar a las piernas, creen que pueden hacer daño a un
Barça al que ya derrotaron en
Nervión. En esas creencias, y las muchas r
ealidades de la libreta de Emery, se sustenta el sueño del que sería otro histórico Doblete.