Ha llovido mucho desde que aquel joven canterano del que hablaban maravillas aguardaba impaciente en la banda de La Romareda para estrenarse con la camiseta sevillista. Con sólo 16 años y 151 días, el más joven en debutar en la historia nervionense,
José Antonio Reyes comenzaba a escribir ese 30 de enero del 2000 una historia que ayer, a sus 32 años, tocó a su fin.
Como ya había avanzado este diario días atrás, el utrerano tenía asumido su adiós, pese a que le restaba un año más de contrato condicionado, eso sí, a la disputa de un determinado número de partidos. Una condición que no ha llegado a cumplir y que permite al club romper la vinculación previo pago de una asequible indemnización económica, por lo que el centrocampista queda libre y pone fin así a su segunda etapa en la entidad de
Nervión.En total, 253 partidos y 41 goles en siete temporadas completas. Y un sueño cumplido con creces. No en vano, tras marcharse a la Premier entre lágrimas en el mercado invernal de la 03/04, dejando en las arcas un buen puñado de millones que sirvió para aliviar la situación económica, ha sido en esta segunda etapa, y después de ganar hasta ocho títulos por el camino con Arsenal, Madrid, Benfica y Atlético, cuando ha conseguido saborear las mieles del triunfo con la elástica blanquirroja. Tres
Europa League consecutivas. Las dos primeras sobre el campo y la última de ellas siendo el capitán que la levantó al cielo de Basilea.
Un broche perfecto para una historia que comenzó de la mano de Marcos Alonso, aunque fue su paisano Caparrós quien le dio la confianza necesaria desde la 01/02 para que desarrollase ese fútbol vertical y explosivo de sus comienzos, merced a una endiablada velocidad que le llevó a vestir con sólo 20 años la camiseta de la selección (22 veces en total).
Un jugador muy diferente al que regresó, precisamente, el Día de
Reyes de 2012, como el regalo anhelado por una afición que le recibió como un ídolo. Una hinchada que siempre le ha mostrado su cariño y que en esta segunda etapa ha disfrutado de la clase de un futbolista menos veloz pero más talentoso, con una visión de juego excelsa y una precisión milimétrica en el pase, siendo también recordado por su especial tino en los derbis, con cinco goles anotados al eterno rival.
Por todo ello, desde el club no han dudado en calificar al utrerano como uno de los grandes emblemas del presente siglo para el sevillismo. Todo un símbolo que tendrá la ocasión de despedirse públicamente en los próximos días, acompañado por el presidente,
José Castro, y a buen seguro por esos tres títulos que deja como legado.
Su incierto futuro, aunque no le faltarán propuestas exóticas de ligas con menor nivel competitivo, podría no estar tan lejos, ya que no descarta continuar en España y volver a
Nervión, pero con otra camiseta.