Aseguraba irónicamente
Luis Enrique esta semana que él sólo les dice a sus jugadores "abracadabra" y "fluye la magia". Mirando el talento que tiene a sus órdenes, alguno pensará que es verdad. Pero la realidad es que la mano del técnico asturiano se hace notar en este nuevo
Barcelona, tan fiable como aquel de Guardiola pero sustancialmente diferente.
Bajo su habitual 4-3-3, el conjunto azulgrana se mueve ahora de forma distinta, dando a
Messi total libertad de movimientos, de fuera a dentro, para participar más activamente por detrás de
Neymar y
Luis Suárez, lo que provoca que las bandas sean autopistas para dos laterales con alma de extremos. Este cambio en ataque provoca, a su vez, que el cuadro culé sea algo más vulnerable defendiendo, al quedar con dos centrales muy abiertos y un pivote incrustado entre ellos, así como dos interiores que, además de generar fútbol, deben guardar fuerzas para cubrirle las espaldas a los carrileros.
Un nuevo Barça que pese a todo sigue priorizando el toque para salir, aunque al mismo tiempo se muestra más vertical y veloz, sin desdeñar el contragolpe, como quedó demostrado este pasado martes ante el Arsenal.
Un equipo más estirado y escalonado, en definitiva, y menos compacto por ello, dejando espacios y sufriendo ante rivales que se cierran y salen a la contra.
Emery es de los pocos que conoce la receta, pues aquí sufrió una de sus tres derrotas en los 45 partidos oficiales disputados esta temporada. Aunque si la
´MSN´ tiene el día...