Dicen quienes le vieron jugar que sólo por él merecía pagar la entrada.
Enrique Montero militó durante once temporadas en el
Sevilla en las que disputó 323 partidos y anotó 52 goles, aunque su mayor legado son las imágenes que dejó en la retina de los aficionados nervionenses de los 70 y 80 en sus cabalgadas por el Sánchez-Pizjuán.
El portuense será distinguido con el
X Dorsal de Leyenda del Sevilla, que recuerda en la nota publicada en la web que
Montero encarnó como nadie "el fútbol hecho arte y la filigrana".
Enrique Montero Rodríguez (El Puerto de Santa María, Cádiz, 28 de diciembre de 1954) se une al selecto grupo de jugadores que componen J
uan Arza, José María Busto, Marcelo Campanal, Ignacio Achucarro, Antonio Valero, Paco Gallego, Enrique Lora, Curro Sanjosé y Antonio Álvarez y que han sido distinguidos con el dorsal de leyenda.
Montero llegó al
Sevilla en edad juvenil y
Santos Bedoya lo reclutó para el primer equipo muy joven tras un paso fugaz por el
Sevilla Atlético. Jugó en el
Sevilla 11 temporadas, diez de ellas consecutivas tras ser cedido al
San Fernando. Sus 323 partidos como nervionense se reparten en 10 en Segunda División, 237 en Primera (39 goles), 62 de Copa del Rey (11 goles); ocho de Copa de la Liga y 6 de Copa de la UEFA (2 goles).
Montero comenzó su carrera como delantero, pero pronto pasó al centro del campo, donde pudo sacar más partido a su calidad para el regate y el pase. Las lesiones fueron su gran caballo de batalla y le impidieron, entre otras cosas, jugar con regularidad en la selección -sólo disputó tres amistosos- y disputar el
Mundial del 82.
La noche más aciaga para
Montero, recuerda el
Sevilla, fue en unas semifinales del
Trofeo Carranza, cuando una durísima entrada de
Polozzi, defensa del
Palmeiras, le provocó una grave lesión de rodilla que, de paso, impidió su fichaje por el
Barcelona cuando todo parecía hecho. Montero se recuperó de la lesión y jugó algunos años más en el
Sevilla para terminar su carrera en los equipos de su tierra, el
Cádiz y el Racing Portuense.