Aleix Vidal: un camino con muchas piedras que superar

Aleix Vidal: un camino con muchas piedras que superar
Aleix Vidal, en el partido del pasado jueves ante el Zalgiris. - Aitor Torvisco
Aitor TorviscoAitor Torvisco 5 min lectura
A Aleix Vidal ha vuelto al Sevilla, el club con el que levantó el primer título de una carrera destinada al fracaso hasta que Lucas Alcaraz, a quien define como su "padre deportivo", apareció en su vida y le dio galones en el Almería. Hasta que el técnico granadino apareció en su vida, el extremo sólo había probado la cara más amarga del fútbol. Coleccionó sinsabores y estuvo a punto de dejarlo varias veces; pero le pudo más su pasión por este deporte y no paró de luchar por cumplir su sueño, convirtiendo su trayectoria deportiva en toda una historia de superación.

Hijo de padre futbolista, Aleix sufrió lo indecible para llegar a Primera: "Hay gente que tiene la facilidad de con poco tener la recompensa y hay otros que necesitan mucho esfuerzo, que tiene que superar muchas piedras. No sé por qué no confiaban en mí los entrenadores. Tenían una imagen equivocada de mí, al llevar tatuajes y peinados extraños. Me acusaban de salir y a mí no me ha gustado nunca el mundo de la noche", relataba el catalán en una entrevista para SFCTV en su primera etapa en Nervión.

Tras despuntar en el alevín del Valls, su localidad natal, le fichó el Barcelona con 11 años, pero la alegría duró poco, pues el club culé le descartó a los 11 años del Infantil "por ser bajito y delgado", lo mismo que le pasó a Jordi Alba, con el que compartía vestuario. Desde entonces, comenzó un largo peregrinar por equipos modestos de su tierra como Cambrils, o Nástic, antes de probar suerte en el Juvenil del Real Madrid y del Rayo, que también le rechazaron. Mientras seguía luchando por su sueño, se vio obligado a trabajar 12 horas al día en una imprenta para poder ganarse la vida y se entrenaba por las tardes con el equipo de su pueblo. Sólo para matar el gusanillo, porque había decidido retirarse.

Con 17 años lo volvió a intentar, pero pasó sin pena ni gloria por el Reus y el Espanyol. Se lanzó a la aventura y se fue a Grecia, pero su primera experiencia en una máxima categoría nacional, en el Panthrakikos, se limitó a ocho partidos. Y de nuevo al Nástic. En teoría, para jugar en Segunda, pero acabó cedido en la Pobla de Mafumet, en Tercera, y vendido luego al Mallorca B y al Almería B, en Segunda B.

"He sufrido en el fútbol, pero esto que estoy viviendo es un sueño, y espero no despertarme hasta que termine”, aseguraba Aleix, que admitía que siempre ha estado solo y eso le hizo madurar. “A veces pensé en tirar la toalla, pero si no vivía de esto no sabía a qué me iba a dedicar, pero tendría que trabajar duro para poder comer y dije, 'vamos a por la última bala', que era la del Almería, y por suerte me salió bien". Allí se encontró a Lucas Alcaraz, el primer entrenador que de verdad confío en él: "Lucas me cambió la vida. Para mí es mi padre en el mundo del fútbol. Hasta que no llega alguien que deposita confianza en ti, no triunfas, y yo lo conseguí gracias a él. A partir de ahí, fue todo de carrerilla", rememoraba en 2014 el tarraconense, que tras tocar el cielo de Varsovia (Polonia) alzando la Europa League con el Sevilla, debutar con España y ser traspasado al Barcelona, aún tuvo que seguir luchando.

Primero, pasó seis meses sin poder ser inscrito por la sanción que pesaba sobre el club culé; cuando por fin empezó a jugar, se lesionó gravemente -una luxación en su tobillo derecho lo mantuvo de baja cerca de cinco meses- y, cuando volvió, Sergi Roberto le había quitado el sitio. Ese hecho, la falta de minutos con Luis Enrique y Valverde espera que haya sido la última piedra en su camino.

A partir de la próxima temporada, de nuevo en el Sevilla, sólo quiere vivir alegrías. El destino, desde luego, continúa estando en deuda con él.
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