Más de Redención que de Resurrección

Seguramente sea pronto para hablar de un nuevo N’Diaye. En realidad, el parisino empieza a recordar al de la segunda vuelta de la campaña pasada, con algún que otro plus en lo táctico que lo ha convertido en un jugador más versátil, si bien, comparado con el que arrancó la temporada, el mediocentro presume de una versión 2.0 que, ahora sí, convence a la grada del Benito Villamarín, que le despidió con aplausos casi un año después. Y no sólo porque el ex del Sunderland se estrenase como goleador en verdiblanco, abriendo de paso la ‘lata’ ante Osasuna en un partido atascado, sino porque el internacional senegalés consiguió cerrar también su particular ‘vía crucis’ de la 2014/2015. Fue más un Domingo de Redención que de Resurrección para el dorsal 18, empeñado en convertir la censura y los pitos del arranque en las alabanzas y los vítores de su debut como efectivo heliopolitano.

No estaba siendo, como ya se ha referido, un curso fácil para N’Diaye. La excelente carta de presentación que dejó en Primera, etapa en la que fue de lo poco salvable del Betis, justificaba el esfuerzo del pasado verano para ficharlo, con ‘culebrón’ incluido en el que su hermano y representante Bakary fue protagonista destacado. El mediocampista de cierre se convirtió no sólo en el fichaje más caro desde la intervención judicial de la entidad, sino que le situó también en el primer peldaño salarial, junto a Rubén Castro. Por el contrario, su rendimiento inicial resultaba sorprendentemente discreto, lastrado por una deficiente y atípica pretemporada, debido a la dilación de las negociaciones a tres bandas para concretar su regreso.

Un evidente sobrepeso, negado oficialmente, fue la secuela palpable que justificaba su suplencia en los albores de la campaña, discontinuidad rematada por las convocatorias y los largos viajes para jugar con su selección. Encima, un asunto extradeportivo (multa y denuncia por un delito contra la seguridad vial) aumentó la carga sobre la espalda del parisino, que ha trabajado mucho en silencio para ganarse otra vez el respeto y la admiración del beticismo, así como la confianza de Pepe Mel. Y a fe que lo ha conseguido, ya que este N’Diaye dista una barbaridad del que comenzó el curso. No se trata únicamente de una mejoría física, aunque está claro que ha ayudado a que el pivote exhiba sus virtudes y que el equipo se beneficie.

Ya con Calderón en el banquillo, el ‘18’ se había atrevido a vestirse de mediapunta. Para el recuerdo queda su gran encuentro ante el Getafe (jornada 27), con hasta dos ocasiones claras de gol que evitó Codina en el mano a mano, aunque lo cierto es que partió como pivote para, gracias a que estaba sobrado en el plano físico, terminar proyectándose en zonas más avanzadas del campo. Esta temporada, Pepe Mel está utilizando a N’Diaye de manera contraria, lo que quizás explica que sus prestaciones sean mejores en las segundas partes. Ocurrió en Las Palmas de Gran Canaria y se repitió ante Osasuna: hasta el intermedio, el internacional senegalés se desfonda en la presión alta, sopena de ganar menos balones de los esperados y tener que recorrer muchos metros para corregir a otros y realizar coberturas, acabando en paralelo con Xavi Torres o Lolo Reyes, como medio más posicional, iniciando el robo de balón más cerca del círculo central y anticipándose las más de las veces a unos rivales cansados ya del esfuerzo original. Entonces, las llegadas al área contraria de N’Diaye, como la que culminó en el 1-0 frente a los navarros, son fruto de que éste mantiene una regularidad en el esfuerzo para marcar diferencias. En las segundas partes, el parisino se escora menos y no arranca tanto entre líneas, sino que sorprende desde atrás. Una ampliación de catálogo en toda regla para el que vuelve a ser un bastión.