Este
Betis sabe a lo que juega y eso es muy positivo.
Quique Setién ya ha dejado claro que prefiere morir llevando a cabo sus ideas, por mucho que cuesten 10 goles en contra (y siete a favor) en dos partidos, que vivir con las ajenas. Y eso también está muy bien, pues le aporta al equipo un plus de personalidad, que ya le hacía falta.
El principal caballo de batalla, tras lo visto ayer, va a ser la gestión psicológica que sus jugadores sean capaces de hacer cuando las cosas no les salgan como esperan. Haberse dejado dominar por la frustración y la impotencia es un somero resumen del
0-4 que imperaba en el 75'.
No obstante, acostumbrado el bético a que su equipo bajase los brazos al primer gol que encajaba, debe ser de agradecer ver que ni con cuatro tantos en contra a falta de sólo 15 minutos se puede dar por muerto a un plantel que debe grabarse a fuego que, de aquí al mes de junio, está totalmente prohibido dejar de creer.
De entrada,
Setién mantuvo su 1-4-1-4-1, en el que
Guardado hacía de
Javi García, por delante de
Narváez y
Fabián y bandas para
Joaquín y un
Sergio León que pierde muchas prestaciones lejos del área. Tenía la pelota, la movía aunque no armaba posesiones tan largas y, aunque faltaba llegada y profundidad -muy mal ayer los laterales-, acumuló muchos efectivos arriba y replegó a la perfección... hasta el 35'.
En los 10 últimos minutos del primer acto y los 30 primeros del segundo se desanimó, se desorganizó y el
Valencia explotó a la perfección los espacios y una pésima defensa de los córneres. El penalti fallado por
Sergio León y la mala suerte en el 0-4 parecían agrandar la herida; pero entonces, de la mano de
Campbell y
Tello, surgió un mágico ataque de orgullo dignos del mejor de los elogios.